Este tema por lo  delicado hay que tratarlo con pinzas, para evitar un colapso financiero en agravio del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS) y aun de los propios beneficiarios de estos fondos, como son los trabajadores.

Hay opiniones encontradas, unas porque se devuelva al trabajador el 100% de sus fondos acumulados, y otras porque solo sea un porcentaje no más allá del 70%. Como quiera que sea, para nadie es desconocido que el IESS se puede desfinanciar dando como resultado que la medicina por suministrar puede ser peor que la enfermedad.

Creo que el Estado no tiene por qué oponerse a la devolución de estos fondos a sus legítimos dueños, aunque me asalta el temor de que ese dinero en manos de ellos no sea utilizado apropiadamente, dada la escasa cultura social e irresponsabilidad que es característico en un extenso sector de la colectividad.

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Dilapidados así estos fondos, el trabajador dejará en cero su fondo de reserva, disminuyendo sus montos a las pensiones de invalidez, vejez..., que el Instituto brinda. De darse esta devolución, lo que parece ya se avecina, es que se habrá desvirtuado el sentido de previsión que fue la base para crear este fondo que servía para acudir en ayuda del trabajador en sus momentos más acuciantes.

Evitar o prever lo que puede ocurrir es obligación del Estado antes de un estallido. Mientras por un lado el IESS se desangra, por otro se le inyectan nuevos fondos provenientes de los trabajadores, a nombre de quienes los empleadores depositarán tales fondos sin esperar el angustioso segundo año para adquirir este derecho. Tienen la palabra los parlamentarios, la compensación está planteada.

Ab. Manuel Vélez Ayala
Guayaquil

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Como han lanzado una impetra a los afiliados al IESS con motivo de la devolución de los fondos de reserva, cabría preguntar, también con sarcasmo a los personajes de los poderes Ejecutivo y Legislativo que han opinado de disímil manera, ¿pasa algo?

A los primeros, porque se han opuesto a  la devolución, dizque porque es inconveniente a la economía del país –pues los afiliados no saben usar bien su dinero y lo van a malgastar–, que va a crear inflación, etcétera; de modo que es preferible apuntalar la inversión en el área hidrocarburífera del país, en vez de entregársela a unos disipadores.

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A los segundos, porque lanzaron como ensayo la posibilidad de reactivar el proyecto de reforma legal que posibilitaría la devolución de los antedichos fondos.

Una vez que cuajó, vino la discusión del porcentaje: primero se habló de un 100%, luego de un 70%. Entonces alguien dijo 50%, y el que había ofrecido 70% se bajó a 40% para no quedar mal.

Otro partido político se quedó en el “ni para ti, ni para mí”: 50%. Pero, como era de esperarse, los afiliados, las amenazas de los forajidos de Quito, la proximidad de las elecciones, los periodistas, estas páginas de opinión de los lectores  sobre el verdadero espíritu del destino que deben tener los fondos de reserva; hicieron que otra vez se hable del 100%, pero con cola.

Se ha planteado que a partir de esta devolución a los afiliados, los patronos  manejarán la batuta de la entrega futura de los fondos de reserva, personal y directamente a los trabajadores. ¿Se imaginan lo que pasará cuando este encargo lo tengan aquellos patronos que escamotean las utilidades de sus trabajadores, que los afilian después de tres o cuatro meses de trabajo o que simplemente no los afilian, que pagan sueldos por debajo de la canasta familiar, que no pagan horas extras, que “tercerizan” servicios para evadir responsabilidades laborales, que usan y abusan de la contratación por horas para trabajos permanentes...? Ya sabemos la respuesta. Se siguen dando dilatorias, por lo que bien podemos decir ¡sí, pasa algo!

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Ab. María Cruz de Campozano
Guayaquil