Otro presidente caerá en los próximos días. Y con este derrocamiento el panorama político del país será negro.
Pero las consecuencias no las veremos de inmediato, sino en la siguiente generación. Es que la destitución a la que hacemos referencia no es del Presidente que estamos acostumbrados a ver caer. Aquel, por lo pronto, sigue afianzándose por el bien de la democracia. Nos referimos a dos presidentes estudiantes de secundaria de varios colegios privados, de instituciones que supuestamente educan a las élites.

Y es que cuando el grupo de muchachos con el que conversaba, frisando los dieciséis, me explicaban cómo había sido el proceso de elecciones de los planteles a los que pertenecían, no pude menos que sorprenderme, sino ensombrecerme. La fiesta democrática, o más bien la farra democrática que tuvieron, poco tuvo que ver con escoger a los mejores, poco tuvo que ver con un proceso de análisis de ofertas de trabajo.

Por boca de estos alumnos supe que una de las campañas había costado cinco mil dólares. Tanto los candidatos a presidentes como sus listas fueron auspiciados por empresas –qué curioso, casi como en la vida real–. En otro de los planteles privados en cuestión las diferentes listas regalaron pases de cortesía, comida y radios. Naturalmente, ganaron quienes mejores premios dieron. El mensaje para nuestra juventud fue claro: cuando se quiera llegar a posiciones de liderazgo, y sobre todo de liderazgo político, pocos sesos han de necesitar y una gran billetera han de buscar. Así, lo que importa es el dinero que haya atrás.
Nuevamente, ¿ven las similitudes? ¡Y después nos quejamos de las “empresas electorales”!

Que los planteles lo permitan me parece deplorable. Pero que los padres lo toleren, es increíble. Estamos enseñando a nuestros hijos que las responsabilidades de sumo grado que deben enfrentar en el futuro se pueden comprar. Estos son los mensajes que algunos colegios privados dan a quienes deben ser el futuro del país. Para colmo de males, el Ministerio de Educación alista una campaña de “educación sexual” que habla de la filosofía de género y la libertad de escoger tendencias sexuales, de aborto seguro entre otras aberraciones. Hasta los libros tiene listos. Si dicho Ministerio intenta imponer este programa, por lo menos en el colegio de mis hijos, tendrán que pasar por el cadáver de algunos padres de familia.

Pero todo tiene su precio. No sé si a modo de burla, pero los adolescentes con los que conversé me informaron el descontento de su clase para con la lista elegida.
Aparentemente no han visto resultados, ni han sido capaces de reunir el dinero suficiente para que sus colegas viajen fuera del país en su paseo de fin de curso, como fue la promesa de campaña, por lo que hablaban de destituirlo.
No sé cuánto de cierto hay en esto último. Pero solo el hecho de que en una conversación se lo mencione como opción, nos dice los niveles a los que los valores y el ejemplo están llegando en nuestra juventud. Luego, ¿por qué nos sorprendemos de lo que ocurre en el país, si ese es el estado de la educación? En lugar de las escondidas, ¿jugarán nuestros hijos a la destitución? Luego qué, ¿sobornarán al que cuenta?