William Aguirre regresó a su comunidad San Isidro a los seis meses, desde Ecuador. Dice sentirse feliz por haber ahorrado dinero y haberse comprado su propia cama y colchón. Ayudó a su madre, Enma Zárate, y tiene “algunos” soles guardados para “gastar mientras duren las vacaciones”.

Motivado por conocidos que trabajaban en tierras ecuatorianas, viajó a inicios de año y se empleó como minero, en Bella Rica, Azuay. Explica que sus patrones le trataron bien. Ganaba 180 dólares al mes (615 soles), le daban la comida y una cabaña para dormir. “Toda la plata ahorraba, es bastante comparado con lo que acá se gana”, indica Aguirre. Esa cantidad –dice– motiva para trabajar dentro de una mina de 07h00 a 17h00, de lunes a sábado.

Su hermano, Juan, ocupa su lugar en estos días. “Habemos bastantes peruanos en las minas, nadie nos molesta y nos tratan bien”, agrega.

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Distinta fue la suerte de José Pisco, dueño de una marisquería de Tumbes. Un ciudadano de Machala llegó a su negocio y le convenció a que vaya a laborar con él, con un sueldo de 160 dólares al mes. “Eso le suena bastante a uno, son 550 soles”.

Laboró tres meses y en ese lapso solo recibió 200 dólares.
“Había clientela pero no tenía capital. Me tenía engañando hasta que me vine sin cobrar la plata ofrecida”, explica Pisco, quien de nuevo atiende en su local.