Genevieve Beney, de 55 años, desafió ayer a la Iglesia Católica al protagonizar una ceremonia organizada en Lyon con la que pretende haberse convertido en la primera mujer ordenada como sacerdotisa en Francia.

El acto se desarrolló en una embarcación que navegaba por el río Saone, a la que asistieron unas 60 personas.

Beney, casada con un protestante, fue ordenada por tres mujeres que se declaran obispos, una austriaca, una alemana y otra sudafricana.

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Todas recibieron su mandato de un argentino cismático de la conocida como Iglesia Católica y Apostólica Carismática de Cristo Rey, Rómulo Antonio Braschi, y en su día fueron excomulgadas por El Vaticano.

Precisamente ese es el destino que le espera a la francesa, que con este gesto quería marcar su crítica con la postura de la Iglesia, que no permite a las mujeres aspirar a una serie de responsabilidades religiosas.

Beney, que no quiso hacer declaraciones, se preguntó retóricamente en un comunicado si  “en un momento en que la sociedad civil oscila entre progresos democráticos y peligro de integrismos de todo tipo (...) ¿no es hora de que la Iglesia Católica universal recupere su papel profético contra las discriminaciones y opresiones contra las mujeres?”.