Parece que recién a estas alturas de la historia de este continente, la sagrada proclama del Libertador Simón Bolívar, soldado, estadista, pensador universal, gloria de América, empieza a encenderse en mentalidades ciertamente sensibles y prolíficas.

El visionario Bolívar intuyó que en cualquier momento el poder económico político de naciones hegemónicas podría arrasar con las libertades, derechos humanos, y soberanía de los pueblos para ellas “pequeños”, frustrando su sueño de hacer una Gran Colombia popularmente rica y eterna.

Las ambiciones de sus altos compañeros de armas: Flores, Lamar, Santander, entre otros, impidieron la fructificación del inmenso ideal bolivariano, el que, de haberse hecho realidad, hubiera impedido el desangre debilitante entre pueblos liberados por él, entes con el mismo origen, penurias, necesidades que hasta hoy mismo los mantienen en condición de dependiente, “subdesarrollados a largo plazo”.

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La idea de crear un parlamento sudamericano partiendo de la unión de la CAN y el Mercosur, surgida en Bolivia, enriquece más la esperanza y la decisión de avanzar hasta la consecución de global propósito. Una vez que sea ratificado se constituirá, el ente de continental cobertura, en el primer organismo político y legislativo de lo que será una nación sudamericana o un Estados Unidos de Sudamérica.

Allí entonces podremos decirle póstumamente a Bolívar: no has arado en el mar.

Martín Torres Rodríguez
Guayaquil