El británico Tony Blair, que presidirá durante los próximos seis meses una Unión Europea (UE) en crisis, afirma ser el cruzado de  una Europa reformada, pero es también el primer ministro de un país mayoritariamente euroescéptico.

Durante su primera presidencia europea, en 1998, se vio obligado a hacer frente a esta contradicción, adquiriendo una gran dosis de pragmatismo.

Su discurso ante el Parlamento europeo en Bruselas, el 23 de junio pasado, donde se presentó como el cruzado de una Europa "modernizada", que recuperaría "su fuerza, su interés, sus ideales y con ello su apoyo entre sus pueblos", mostró un renacimiento.

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"Yo no había escuchado un discurso semejante desde hacía mucho tiempo. Nosotros habíamos olvidado hasta qué punto era pro-europeo, probablemente desde  1999", comentó Daniel Keohane, un experto del Centre for European Reform de  Londres.

"Al comienzo de su primer mandato (en 1997), era muy abierto en sus convicciones pro-europeas, hacía mucho ruido", agregó Keohane.

Sin embargo, Tony Blair se calmó rápidamente, ante una prensa británica mayoritariamente euroescéptica, e incluso, de acuerdo con algunos diarios  populares, eurófoba.

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"Siempre fue consciente de que Europa podía costarle cara en el plano interior", añadió Keohane.

Blair, de 52 años, que guardó silencio sobre Europa durante sus dos últimas campañas electorales, ya anunció que no solicitará un cuarto mandato. Se trata de una certeza que aparentemente le permite ser más audaz.

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Desde hace dos semanas se dedica a la promoción de la cumbre del G8, que  presidirá del 6 al 8 de julio en Escocia --con los principales objetivos de  luchar contra el calentamiento del clima y la pobreza-- y una Europa reformada  económicamente para responder mejor a la mundialización, sin renegar de su  dimensión social.

Blair reitera, más combativo que nunca, que es un "europeo apasionado", que  desea resolver la crisis de la UE y colocarla en el camino al "cambio" para  acercarla a sus pueblos.

Según Daniel Keohane, también afirma que desea tener éxito en su presidencia de la UE, para mostrar que "Tony Blair no es únicamente Iraq".

"Sin embargo, durante su primera presidencia, cuando todo el continente  europeo estaba fascinado por este primer ministro británico de 43 años que  había logrado transformar radicalmente al Partido Laborista, algunos  observadores le reprocharon que se concentrara más en la forma que en el  fondo", recuerda Richard Whitman, responsable del programa europeo del Royal  Institute of International Affairs.

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"Esta vez será más difícil", agregó, manifestando su pesimismo sobre la  capacidad de Blair de crear un consenso sobre las cuestiones más arduas de su  presidencia semestral: la ampliación (con la cuestión de Turquía), la Constitución, bloqueada desde el no en los referendos en Francia y Holanda, y  el presupuesto 2007-1913, sobre el cual se enfrentan Francia y Gran Bretaña.