El TLC, como instrumento futuro de negocios globales, creará una gran competencia entre países, empresas y productos. La filosofía misma del proyecto está generando una nueva onda en los entornos.

La innovación es un proceso social o económico: es una nueva manera de ver la organización, los productos y los procesos; por tanto, no es tecnológico, aunque en ocasiones puede demandar la ayuda de la tecnología. Thomas Alva Edison lo expresó: “Hay una forma de hacerlo mejor. Encuéntrela”.

La innovación debe ser sistemática: requiere que se fije la atención en lo que creemos que se está haciendo bien, pues aquello que se considera que está mal siempre resalta y se le impone la supresión o el cambio. En consideración a lo económico, la innovación puede demandar un cambio en los recursos, sean estos físicos, de personal o de diseño. Significa que, para la época, el espíritu empresarial debe estar siempre alerta a las oportunidades; la innovación es una herramienta de la administración. Una administración innovadora tiene que ser sensible. Observar y observar siempre y constantemente los cambios que ocurren en el mercado y la razón que pudiese haber tras de ellos, para detectar defectos y fortalezas para la actualización empresarial. Es un concepto de Drucker que en el seminario en Pomona, Calif. (1976) dijo: “No es malo ensayar métodos en cualquier actividad, siempre que se mantenga la atención centrada en el desempeño”. Lo inútil, lo redundante, la falta de objetivos, métodos y protocolos son factores que se acumulan para el antidesempeño.

En toda organización –el esqueleto de la empresa– debiera impregnarse el espíritu de innovación, que hoy más que antes, permite que el empleado viva mentalmente nuevos modelos para ver o hacer las cosas que tengan ventajas económicas, humanas, físicas y de tiempo, comparadas con las de hace medio siglo. Esta es una ventaja –diríamos fortaleza– desaprovechada en empresas de todo tipo.

La observación indica que olvidan que en cada persona que trabaja en la empresa siempre hay pensadores, creativos e innovadores, que no solo están pensando en su salario, sino también en la proyección de su personalidad. (Edward de Bono, creador del pensamiento lateral, sistemático y complementario del pensamiento lineal o lógico, ha logrado cimentar este nuevo proceso educativo en el que las empresas deberían interesarse en formar un equipo innovador que fomente y practique la creatividad y la innovación).

Como todo lo nuevo, el pensamiento innovador afronta el escepticismo y la contradicción dentro de la organización. La administración generalmente admite la nueva tecnología de producción, pero mira con duda las ideas creativas e innovadoras. Al dejar de estimular una nueva manera de ver y hacer las cosas, piensa que su función creativa trae a menos el estatus.

Hace falta que desaparezca el factor negativo que no estimula la creatividad y la innovación. Algunos procesos que perviven por mucho tiempo al someterlos a la lupa de la innovación los tornará inútiles y costosos.