El emperador japonés Akihito rezó este martes en la cima de un acantilado desde el que se suicidaron sus compatriotas para evitar ser capturados por las fuerzas estadounidenses durante la Segunda Guerra Mundial y _ por primera vez _ rindió homenaje a los coreanos que cayeron en combate contra el ejercito imperial nipón en esa contienda.

Akihito y la emperatriz Michiko visitaron varios monumentos levantados en esta isla del Pacífico en honor de los combatientes japoneses, estadounidenses y civiles lugareños y, por primera vez, a los coreanos incorporados por la fuerza en las huestes que encabezó su padre, el fallecido emperador Hirohito.

La visita imperial de dos días ocurre en medio de la creciente animosidad china y coreana ante lo que consideran la renuencia nipona de reconocer la brutalidad de su pasado militar. El primer ministro Junichiro Koizumi causó además indignación al visitar un santuario de Tokio levantado en honor de los japoneses caídos en combate a lo largo de su historia.

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La visita de Akihito al monumento a los coreanos caídos en la guerra fue un gesto para aliviar esas tensiones, al día siguiente de que los coreanos afincados en Saipán amenazaran con organizar una protesta durante su viaje. La pareja imperial no había acordado en un principio esa visita, lo que ofendió a muchos coreanos.

La península coreana fue invadida por las fuerzas imperiales japonesas y hecha colonia en 1910. Unos 1.000 coreanos fueron enviados a estas islas antes de comenzar la Segunda Guerra Mundial como braceros.

Los familiares de los surcoreanos muertos en la guerra recibieron con agrado a la visita de Akihito al monumento, pero aclararon que debería ir acompañado de una seria meditación por parte del gobierno japonés sobre el pasado.

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La conquista de Saipán fue un momento clave en la guerra del Pacífico. Su captura permitió a la aviación estadounidense bombardear las ciudades japonesas y de la vecina isla de Tinian partieron los aviones que lanzaron las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945.

Unos 55.000 soldados japoneses y civiles murieron en las tres semanas que duró la   Operación Forager, iniciada el 15 de junio de 1944.