A estas alturas, con dos semanas de emisiones, dos debates, seis nominados… todo hace suponer que ‘Gran Hermano del Pacífico’ pasará a la historia de la TV ecuatoriana como una de las grandes decepciones del formato reality show. Y cunde la desesperación en la producción local que se ha descubierto bisoña y limitada.  Ahora hablan de un “complot” chileno-peruano en contra de los ecuatorianos con el fin de movilizar a una audiencia  que se muestra más bien indiferente, pues no ha caído en la trampa de pensar que en el set de TV instalado en Colombia  hay una especie de “selección  de ecuatorianos”.

Por ahora ni los “complots”, ni las apelaciones para salvar el honor de un país más pequeño en población, ni el lucir camisetas con arengas a favor de los participantes ecuatorianos han sido recursos que hayan podido avivar una llama que jamás ha logrado prenderse del todo. En el papel, la idea podía funcionar: la franquicia más exitosa de la TV, a través de tres televisoras (con un factor en común, además) de países vecinos que mantienen ciertos conflictos y rivalidades entre ellos. Sin embargo, una cosa es la idea, otra la pantalla y otra aún más distinta es la vida real. En la pantalla, la producción ha sido un desastre. ¿La causa? Al parecer, la inexperiencia del equipo local. En la vida real, los televidentes no se han enganchado. Se debe recordar algo: esta clase de programas son más que nada experimentos sociales-mediáticos a gran escala. Si no se genera impacto, polémica y debate; su propia vigencia queda en entredicho.
Lamentablemente, ‘Gran Hermano del Pacífico’ recién está en su fase inicial: esto seguirá, por los próximos tres meses… Un tiempo largo, demasiado largo y, a no dudarlo, tortuoso.

Los rostros de un experimento mediático y social
En contraste, el otro gran experimento mediático-social de la televisión, ‘El mejor ecuatoriano’ de Ecuavisa, se consolida día a día, precisamente porque la gente ya discute sobre la iniciativa en múltiples foros. Articulistas, organizaciones sociales, escuelas y colegios, periodistas, lectores de periódicos; todos comentan la idea y lanzan candidatos.

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El canal, por su cuenta, promociona los valores a resaltar: “Legado histórico, genio, valor, liderazgo, humanidad y honestidad”.  Lo inteligente de todo este espectáculo es lo oportuno que resulta en un país fracturado y/o diverso, con una profunda crisis político-social. Ahora bien, ninguno de los experimentos mediáticos-sociales logra prever las consecuencias y el impacto que genera en comunidades reales. El Ecuador no es la excepción; finalmente estamos  hablando de una sociedad compleja y en ebullición. Solo hay algo previsible: gran parte de la energía social se canalizará hacia una elección televisiva que motivará múltiples discusiones, incluso regionales.

Y mientras las luces se enfocan en esa dirección, ¿qué sucede con las discusiones acerca de la reforma política y el proceso que debe desembocar en la consulta popular? ¿Este debate se reducirá a los pequeños grupos de siempre? Así puestas las cosas, más aleccionadoras resultan “Las mesas de diálogo” en TC Televisión que diez realitys.