En el lenguaje usado por radio, prensa y televisión, en el que sale de los labios de los políticos, locutores, periodistas, maestros de ceremonias o en el que intercambiamos en una conversación cualquiera y que supuestamente lo usamos para comunicarnos, para tender el puente hacia el otro, hay algunas frases tan comunes, tan manidas y usadas que crecen como la hierba, que se encuentran como piedras en el camino. Nos damos de bruces contra ellas en cualquier reunión, discurso, locución en la que el audaz político, tinterillo, homenajeado o pico de oro pretende impresionarnos con su discurso rociado de estas frases hechas que, más que impresionarnos, lo que provoca es marcharnos o cuando menos evaporarnos, que es lo que realmente ocurre, porque mientras el conferencista se inflama en su perorata y desbarata el idioma, los oyentes duermen, bostezan o viajan a otra dimensión. Estas frases que impune y gratuitamente repiten, en algún tiempo tuvieron un valor expresivo, pero han sido tan trajinadas, tan sudadas como sábanas de alcoba, que han perdido todo color, sabor o contenido. Son huecas, vacías, falsas porque ya no comunican nada y lo que sí transmiten con esencial claridad es pobreza, escasez de recursos expresivos, pereza, anemia lexical, avitaminosis del habla, imaginación raquítica y sirven de muletas para un cerebro inválido. Aquí algunas típicas...

Del diccionario personal de políticos y funcionarios públicos.

Moriré en el intento/ Investigaremos hasta las últimas consecuencias/ Ni un paso atrás/ Vamos a hacer la conscripción cívica/ La voz del pueblo es la voz de Dios/ Juro que jamás los traicionaré/ Patria o muerte/ El pueblo unido jamás será vencido/ No daré mi brazo a torcer/ Hay que tomar cartas en el asunto/ La regalada gana/ Salir por la puerta ancha/ Por primera y única vez/ Ecuador, país amazónico/ La unión hace la fuerza/ Unidos como un solo puño/ En tanto, en cuanto.../ En un minuto lo atiendo/ Pobre, pero honrado.

Del archivo desclasificado de los picos de oro y oradores de turno en homenajes, quinceañeras, decesos.

Distinguida y selecta concurrencia/ Honorable público/ La espiritual y culta damita/ El honorable caballero/ Este homenaje que inmerecidamente recibo/ Hablaré, aunque no he venido preparado/ Un discurso florido/ La familia, el núcleo de la sociedad/ El padre, el sostén del hogar/ Los niños, el futuro de la patria/ Los hijos, la alegría del hogar/ Solo la educación salva al pueblo/ Hay que romper esquemas/ Murió en la flor de la juventud/ Entregó su alma al Creador/ Pasó a mejor vida.

Del cotorreo cotidiano.

Si Dios lo permite/ Dios mediante/ A estas alturas del partido/ Ahí te quiero ver/ Te agradezco un mundo/ Fulanito es como todas las cosas/ Entregar a mesa puesta/ Nadie sabe lo de nadie/ Con su reflejo/ Brilla por su ausencia/ Juntos pero no revueltos/ No hay peor gestión que la que no se hace/ Cuando el río suena, piedras trae/ Dios tarda, pero no olvida/ A mal tiempo, buena cara, etcétera.

Seguro, querido lector, que usted las conoce, las conoce tanto que ni siquiera las oye, son como boyas lanzadas en el océano de la improvisación y la ignorancia. Si es que no le resultan familiares, si es que ni siquiera las ha advertido, ¡cuidado!, cómprese un mataburro lo más pronto posible, para que limpie, fije y dé esplendor a su idioma, porque puede ser un síntoma claro de que las utiliza a menudo.