Aunque ni la actual ni las recientes civilizaciones han vivido una super erupción, los vulcanólogos estiman que antes de que esta se produzca el super volcán mostrará, durante muchos años, evidencia de su actividad. Por ello, en los últimos años, los especialistas han observado que el Yellowstone, ubicado en el parque nacional que lleva su mismo nombre, está ofreciendo claros signos de que es un super volcán. El suelo del parque -en donde los turistas disfrutan de las aguas termales, vapores y géiser- está emitiendo entre 30 y 40 veces más calor que el promedio de todo América del Norte. Además de este calentamiento del suelo, se están observando otros signos: tensión sísmica, incremento del terreno, cambios en la temperatura y composición química de las aguas subterráneas, cambios en la composición y fluidos de los gases volcánicos.

Para dimensionar el poder de la erupción del Yellowstone u otro super volcán basta compararlo con los volcanes conocidos. Mientras que el Krakatoa largó 12 kilómetros cúbicos de magma y el Tambora 30, un super volcán puede despedir entre cien y miles de kilómetros cúbicos de magma. Además de esta superioridad en volumen, los super volcanes también tienen mucho más intensidad (la cantidad de magma despedida por segundo): por ejemplo, el Vesuvio largó cien mil metros cúbicos de magma por segundo; sin embargo, se estima que la velocidad de erupción de un super volcán alcanza los cien millones de metros cúbicos por segundo.