El pragmático Akbar Hashemi Rafsanyani y el conservador Mahmud Ahmadinejad intentaban seducir ayer a los indecisos en la segunda vuelta de una elección presidencial, que hoy llevaría al  poder en Irán a un sector radical que podría endurecer la política con Occidente.

Rafsanyani, ex presidente de Irán (de 1989 a 1997), y Ahmadinejad, alcalde de  Teherán, se encontraban aparentemente “codo a codo”.

Ayer, en las últimas horas de campaña, el candidato moderado y el  defensor de la “pureza de la revolución” intentaban convencer a un electorado apático y a desilusionados con reformistas.

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El clérigo Rafsanyani, de 70 años, prometió el miércoles que dará “a cada familia iraní 100 millones de riales (unos 11.000  dólares) en acciones de empresas estatales que serán privatizadas”.

En Irán hay 14 millones de familias, lo que  representa unos 155.000 millones de dólares. Estas deberán “reembolsar  los 100 millones de riales en 10 años”.

Mientras, Ahmadinejad desmiente enérgicamente que quiera instaurar un  régimen al estilo talibán. Su equipo trata de presentarlo como un amigo de los pobres, un Robin Hood  islámico de la era moderna.