General Motors fundamentó su estrategia comercial en la construcción de automóviles que consumen enormes cantidades de gasolina, incluido el idiota Hummer.

Tengo una pregunta: Si yo estoy a favor de que General Motors caiga en la bancarrota y sea comprada por Toyota, ¿acaso eso me convierte en una mala persona?

No es que yo desee que cualquier fabricante de automóviles pierda su empleo, pero ciertamente yo no me pondría una corbata negra si todo el equipo de administración en GM fuera expulsado y lo reemplazaran por ejecutivos de Toyota. De hecho, pienso que la única esperanza para los trabajadores que producen automóviles para GM, y quizás, incluso, para nuestro país, reside en Toyota. Eso debido a que, seamos francos, lo que hace Toyota, Estados Unidos lo repite.

Hacer que Toyota tome el control de General Motors (que fundamentó su estrategia comercial en la construcción de automóviles que consumen enormes cantidades de gasolina, incluido el idiota Hummer, despreciando la tecnología híbrida y combatiendo esfuerzos del Congreso estadounidense por imponer normas más elevadas en cuanto al rendimiento de los vehículos sobre fabricantes estadounidenses de automóviles) no solo es de interés económico de Estados Unidos, sino también de su interés geopolítico, debido a que Toyota es pionera en la tecnología del motor híbrido que puede rescatar no solamente a nuestro economía de su adicción al petróleo (¿qué tal 800 kilómetros por galón de gasolina?), sino también a nuestra política exterior de la dependencia de autócratas petroleros de Oriente Medio.

La difusión de la tecnología híbrida de Toyota es una de las claves para lo que yo denomino “geoverde”. Los geoverdes buscan combinar en un solo movimiento político a los ambientalistas que desean reducir los combustibles fósiles que ocasionan el cambio climático, a evangélicos que desean proteger la tierra verde de Dios y todas sus creaciones, y a los geoestrategas, quienes buscan reducir nuestra dependencia del crudo porque alimenta a algunos de los peores regímenes en el mundo.

El equipo de Bush ha estado DEA (desaparecido en acción) desde los atentados del 11 de septiembre del 2001. De hecho, la total indiferencia del equipo de Bush hacia el desarrollo de una estrategia geoverde (que también fortalecería al dólar, reduciría nuestro déficit de comercio, convertiría a Estados Unidos en el líder mundial en el combate al cambio climático y estimularía a empresas estadounidenses para que tomaran la delantera en la producción de tecnologías verdes que el mundo necesitará con desesperación, a medida que China y la India se van industrializando) es tan irresponsable que consigue que el propio aliento falte. Esto es particularmente cierto cuando uno se percata que las soluciones a nuestros problemas ya están aquí.

Como destaca Gal Luft, copresidente de la coalición Liberen a Estados Unidos, alianza bipartidista de seguridad nacional, laboristas, grupos ambientalistas y religiosos que creen que la reducción del consumo de petróleo es una prioridad nacional: La mayoría de las importaciones estadounidenses de petróleo se destina a alimentar al sector de transportación, principalmente automóviles y camiones. Por tanto, la clave para reducir nuestra dependencia del petróleo extranjero consiste en alimentar a nuestros automóviles y camiones con menos petróleo.

Podemos hacer eso a través de dos medios: uno es la electricidad. Nosotros no importamos electricidad. Generamos todas nuestras necesidades con carbón, energía hidráulica, energía nuclear y gas natural. Los automóviles híbridos de Toyota, como el Prius, son alimentados tanto con gasolina como con electricidad, que es generada al frenar y después se almacena en una pequeña batería. Pero, según Luft, si existiera un híbrido que pudiera ser conectado por la noche, la batería podría almacenar hasta 32 kilómetros de conducción al día. Así que los primeros 32 kilómetros serían cubiertos por la batería. La gasolina entraría después de eso. Debido a que el 50% de los estadounidenses no conduce por más de 32 kilómetros al día, la energía de la batería podría cubrir todo su recorrido en el automóvil. Incluso si hubiera personas que manejaran distancias más largas, la combinación de la energía de la batería con la gasolina podría darles 160 kilómetros por galón de gasolina consumido, destaca Luft.

Toyota aún no vende híbridos que puedan ser conectados al tomacorriente, pero algunos entusiastas están usando adaptadores para convertir sus híbridos en vehículos que pueden ser enchufados al suministro de electricidad, pero eso incrementa el costo en varios miles de dólares, y se pierde la garantía de Toyota. Sin embargo, imagine que el gobierno estadounidense alentara a cada fabricante de automóviles, a través de una política fiscal y otros incentivos, a ofrecer híbridos conectables. Avanzaríamos rápidamente por la curva de innovación y terminaríamos con vehículos enchufables para todos, mejores y más baratos.

Después, agreguen a eso los denominados automóviles de combustible flexible, que tienen un chip especial y una línea de combustible que les permite quemar alcohol (etanol o metanol), gasolina o cualquier mezcla de ambos. Aproximadamente cuatro millones de automóviles estadounidenses ya vienen equipados de esta forma, incluidos algunos de GM. Cuesta tan solo 100 dólares por vehículo, aproximadamente, convertir un automóvil para que sea de combustible flexible. Brasil alberga la esperanza de tener listos todos sus automóviles nuevos, para que puedan ser flexibles en cuanto al combustible, para el 2008. Como Luft destaca, si se combinara un sistema híbrido que pudiera conectarse al tomacorriente y quemara 80% de alcohol y 20 de gasolina, se podría terminar extendiendo cada galón de gasolina en hasta 800 kilómetros.

En resumen, nosotros no tenemos que reinventar la rueda o esperar las celdas de ciencia ficción del combustible de hidrógeno. Las tecnologías que necesitamos para un Estados Unidos más fuerte, más independiente en términos de energía, ya están aquí. Lo único que nos falta actualmente son los líderes con la imaginación y la voluntad para conducir al país hacia un sendero geoverde.

The New York Times News Service.