El diminuto y venenoso sapo Epipedobates Anthony nunca estaría dentro de los gustos de la princesa de los cuentos que besa anuros con la esperanza de que alguno sea su galán. Pero quizás ella podría necesitarlo más para aplacar un dolor que para una aventura.

La brillante piel rojiza surcada por tres líneas verdes fluorescentes de estos sapos del tamaño de un pulgar alberga la epibatidina, un tóxico que una vez procesado y aislado su principio activo se convierte en un analgésico 200 veces más potente que la morfina, sin sus efectos adictivos.

El poder de la epibatidina ha sido conocido por años por los indígenas ecuatorianos, que untaban sus flechas con el veneno y condenaban a sus enemigos a una muerte convulsiva, en una muestra de la riqueza biológica que esconden los anfibios americanos como el Epipedobates Anthony.

Publicidad

Tras más de tres décadas, las multinacionales farmacéuticas aún no han cumplido con los requisitos sanitarios para la comercialización de la epibatidina, pero esperan descubrir otros químicos con propiedades similares en los sapos, la rama más numerosa de los anfibios y los primeros vertebrados en habitar los continentes.

La utilidad de los sapos va, por tanto, más allá de satisfacer los gustos gastronómicos exóticos. El desarrollo de la biotecnología, que utiliza organismos vivos o sus derivados para la creación de diversos productos, ha colocado nuevamente sus microscopios sobre estos animales.

Muchos sapos, sin embargo, podrían desaparecer sin ser descubiertos o, peor aún, sin definirse sus potenciales beneficios debido a que viven una extinción acelerada que podría condenarlos a permanecer recluidos en laboratorios o ser recreados por pobres imitaciones de peluche.

Publicidad

"Hay que cambiar la idea de que son feos, babosos. Este es un concepto tan bonito de biodiversidad como los colibríes o las mariposas", dijo, con un tono de preocupación, Martín Bustamante, herpetólogo de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, que posee una de las más amplias colecciones de sapos en cautiverio del continente.

Bajo sentencia de muerte
Los sapos, que son una fuente alimenticia y medicinal para algunas comunidades amazónicas y andinas, enfrentan una verdadera sentencia de muerte en América, que alberga al 53 por ciento de las 5.743 especies de anfibios que existen en el mundo, incluidas salamandras y cecilias.

Publicidad

Al menos dos de cada cinco anfibios registrados en el hemisferio están bajo amenaza de extinción por la destrucción de su hábitat, un fenómeno que se registra en medio de una indiferencia generalizada que ha impedido adoptar medidas para protegerlos y que los pone en el camino que recorrieron los dinosaurios.

Los sapos están cayendo víctimas de la expansión de la agricultura, la explotación forestal, los contaminantes, las nuevas enfermedades y los cambios climáticos, a un ritmo más acelerado que los mamíferos y las aves, según el informe "Joyas que están desapareciendo" de la organización NatureServe.

Nueve anfibios americanos, incluidos ocho tipos de sapos y uno de salamandra, se han extinguido en los últimos 100 años, según el documento. Cinco de estas especies endémicas de Estados Unidos, Honduras, Costa Rica, Venezuela, Ecuador y Brasil desaparecieron a partir de 1980.

Otras 117 especies posiblemente engrosen la lista una vez que se compruebe que no existen más individuos.

Publicidad

"Los anfibios están desapareciendo delante de nuestros propios ojos (...) Sin anfibios se rompen eslabones en la cadena alimentaria y otros organismos son influenciados en modos, a menudo, impredecibles", advierte el reporte, en el que se resalta que los sapos son un termómetro de la degradación que sufre el planeta.

Los complejos ciclos de vida que desarrollan en el agua y en la tierra, además de su respiración a través de la piel, vuelven susceptibles a los sapos a factores como el alza de la temperatura global y la eliminación de las selvas tropicales.   

Ecuador, un caso crítico
Las cifras indican que el problema podría volverse inmanejable. En Ecuador, el tercer país con mayor diversidad de anfibios del mundo, la situación se vuelve más complicada, ya que en su territorio se concentran varias amenazas contra los sapos, incluido el crecimiento urbano, que ha dejado sin hogar a cientos de estos animales.

Ecuador alberga a 417 especies de sapos, 7 salamandras y 23 cecilias. El 36 por ciento de estos anfibios se encuentra en estado vulnerable o en peligro crítico, convirtiéndolo en el tercer país del continente que tiene mayor número de estos animales en peligro, detrás de Colombia y México.

Según NatureServe, dos especies se extinguieron en los últimos años. La organización ha insistido en que para que los sapos subsistan se requiere educación, fortalecer la protección de las reservas existentes, aplicar políticas de protección y ejecutar programas de cría en cautiverio de las especies que enfrentan una alta probabilidad de extinción.

Bajo la consigna de que nadie ama lo que no conoce, la Universidad Católica recogió decenas de sapos y los puso por más tres meses al alcance de unas 100.000 personas, muchas de las cuales nunca los habían visto o los asociaban con las míticas figuras de los cuentos infantiles.

El "Sapari", que se convirtió en la exposición natural más exitosa de Ecuador, puso en la palestra la problemática de los sapos y dio esperanzas de que quizás aún haya tiempo para salvarlos o de que su extinción no pase desapercibida.

"La extinción de los sapos es un fenómeno global (...) La magnitud es similar a la que vivieron los dinosaurios", dijo en una entrevista televisada el herpetólogo ecuatoriano Luis Coloma, quien ha estudiado por 20 años la vida de los sapos.