Pese a que dicen ser explotados por la falta de papeles  consideran que la situación es mejor que en su país.

Hacinados y en continua zozobra ante el temor de ser deportados, cientos de ciudadanos peruanos laboran en Azuay como obreros, en plantaciones florícolas o en otras tareas agrícolas.

Pernoctan en unas estrechas habitaciones de propiedad de los emigrantes ecuatorianos que residen en Estados Unidos o Europa y que las construyeron para alquilarlas a los peruanos, a un precio promedio de  15 dólares.

Mientras los adultos trabajan, sus hijos menores que también llegaron de la zona norte del Perú, permanecen encerrados en sus hogares, para evitar ser descubiertos por autoridades de migración.

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Parte de esta fuerza laboral cuenta con la tarjeta andina o visas que la autoriza a permanecer 60 días en Ecuador, y laborar con servicios prestados, en los cuales ganan igual que los ecuatorianos, pero sin los beneficios adicionales.

Un emigrante que evitó identificarse por ser ilegal, dijo que en su trabajo “salen corriendo” sus compatriotas al final de sus jornadas porque en esos momentos es cuando migración efectúa redadas.

Un informe de la Cámara de la Construcción de Cuenca concluye que el 20% de los obreros en Azuay es del Perú.

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Según William Benítez, jefe de Migración del Azuay, alrededor de 60 peruanos en esa provincia son deportados cada mes.

Al ser detenidos no reciben alimentos porque no hay dinero para su manutención.

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El hacinamiento y la vida en la clandestinidad de ciudadanos peruanos que emigran al Ecuador en busca de trabajo crece en zonas rurales del Azuay.

En cantones caracterizados por sus actividades agrícolas existen sectores poblados con familias completas de estos ciudadanos, que viven en casas construidas por ecuatorianos que a su vez emigraron a Estados Unidos y Europa, las cuales fueron adecuadas para ser rentadas a estos grupos.

El temor a ser deportados llega a tal nivel que el miércoles pasado un grupo de trabajadores que salía de las plantaciones donde labora corría tratando de llegar a sus casas.

“En las últimas semanas han deportado a muchos y generalmente nos detienen a la salida del trabajo”, dijo Olmedo N. (nombre protegido), un joven de 23 años, quien pidió la protección de la identidad.

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Este ciudadano trabaja en el país desde hace un año. Primero vendía huevos de codorniz en los mercados de Cuenca, pero las denuncias de los comerciantes locales lo obligaron a buscar otros trabajos en zonas rurales.

“Nos tildan de ladrones y aseguran que les quitamos el trabajo  y dicen que desde que los peruanos llegamos la mano de obra es más barata”, dijo Olmedo, quien labora en una plantación de flores con su esposa Sara, de 24 años.

Sara llegó con su hija, que ahora tiene un año y dos meses, pero para aumentar sus ahorros, regresó a la niña a Nueva Cajamarca, su tierra natal, donde vive con su abuela desde hace tres meses.

Una cocineta de cuatro quemadores, un cilindro de gas y un colchón y como asientos de descanso tarros vacíos de químicos, son los únicos objetos en la habitación.

En igual situación habitan en esa casa José, de 43 años; su hija Rocío, de 12, y su esposa Mariana, de 40, todos de  Piura. Los adultos laboran en empresas florícolas. La niña pasa escondida todo el día.

La pareja dice que en Perú son dueños de una plantación de arroz, sin embargo, la producción fue mala y les causó pérdidas.
“Venimos porque un vecino nos dijo que en Ecuador hay trabajo”, refiere José.

Cuenta que en Piura tiene dos hijos que estudian bachillerato y al terminar las clases prevén venir a trabajar. Su situación está difícil y no puede trabajar porque padece una enfermedad y no mejora.

Un joven de Trujillo, Mario, de 22 años, vive en la misma casa, llegó hace tres meses con su esposa y sus dos hijos de 3 años y 4 meses, quienes también se enfermaron al llegar.

Todos permanecen tras las puertas de sus casas, algunos con permisos hasta por 20 días. Cuando acaba el plazo retornan a la frontera para tramitar otro documento a un costo de $ 40 a $ 50.
Quienes no tienen esa cifra no los renuevan y siguen escondidos.

La Cámara de la Construcción de Cuenca determinó que en Azuay se requieren entre 400 y 500 obreros al mes. Entre el 2003 y 2004 el 20% de esta mano de obra es de Perú.

Un estudio de esta cámara determinó que la mano de obra calificada emigró y por ello comenzó a contratar obreros de Perú.
Los peruanos ganan lo mismo, pero sin otros beneficios, según el estudio del gremio constructor.

20% DE LOS OBREROS
en Azuay son peruanos, según la Cámara de la Construcción de esa provincia.

$ 0,97 LA HORA
es el promedio que ganan por jornada los peruanos.

$ 45 AL MES
es el gasto mensual promedio para casa y alimentos.

$ 70  AL PERÚ
En igual lapso envían un promedio de $ 70 al Perú.