Si estuviéramos en una ciudad con menos aseveraciones dogmáticas, resultaría enriquecedor tratar con amplitud los gratos alcances del platonismo y del feísmo en las artes.

Pero al ser difíciles los  diálogos, los artistas –en el presente caso, un artista visual– se encargan de demostrar la actualidad saludable y vigorosa de ambas tendencias. Y, para mayor salud, sin hacer caso de voces críticas.

En definitiva, las oscuridades de la crítica únicamente son entendidas por los mismos críticos, con lo que respiran con más tranquilidad los artistas, señores y dueños de la contienda.

La exposición pictórica de Elías en esta ciudad es un altivo punto de vista de orden platónico, muy difícil para el lugar común en nuestro medio. Demuestra, como lo está haciendo Europa, los valores del retorno al platonismo en el arte.

Es que, precisamente, el artista escogió por varias etapas de su trabajo, la línea difícil para hacer que triunfe la perfección de las formas, la solidez del esquema estético, la velocidad magistral de los volúmenes sabiamente contrastados. O, según el caso, poéticamente armonizados.

Obras de arte que rescaten al hombre actual de sus angustias y soledades, no pueden lograrse a fuerza de biliares conflictos. Ni resultan por improvisaciones o por cándidas imitaciones. Las muestras de Elías, espaciadas y libres de presiones inelegantes, resultan del estudio riguroso de las leyes eternas de ese arte superior que deja sin chance a las modas. Y pone en su sitio al esnobismo que gusta de crear confusiones en el público.

Si se permitiera realizar un trabajo de comparaciones estilísticas en el momento actual de nuestra cultura, se llegaría a equivalencias o familiaridades estéticas entre lirismos de un extraordinario poeta guayaquileño como Gonzalo Espinel y la pintura de Elías.

Pero como la complejidad de las fuertes voces poéticas de la Generación del 60 es de gran magnitud, la obra pictórica de Voroshilov Bazante sería la equivalencia a gran escala de la poesía creada por aquella generación insuperada, a lo que pertenece Espinel.

Elías es solidario con la urgente sed de armonía, paz y belleza del hombre actual. La disciplina del artista ha perfeccionado su sensibilidad. Y es seguro en la selección que hace de aquello que juzga digno de mostrarse.

Es la alta responsabilidad de un artista que se respeta, lo que proclama Elías en cada una de sus apariciones. Y, en ese fin, su trabajo desafiante de prejuicios y ubicaciones artificiosas hace bastante bien al arte de nuestro tiempo. Es un artista convencido de que la calidad técnica es requisito fundamental para que el espíritu sienta regocijo.