Saddam Hussein come cereales, se lava la ropa, y cuida su jardín durante su cautiverio, según los guardias estadounidenses que lo custodiaron durante diez meses en 2004 en un sitio no revelado.

Para Sean O Shea, uno de los cinco soldados de la Guardia Nacional de  Pennsylvania asignados a la vigilancia de Saddam, el ex mandatario iraquí era un "loco extrañamente simpático" a quien le gustaba hacer chistes en su mal inglés y compartir los regalos que recibía de sus hijas.

En la edición de julio de la revista GQ, los soldados dijeron que Saddam  todavía cree ser el legítimo presidente de Iraq, y recordaron su rabia cuando los ministros de Iraq le leyeron los cargos penales en su contra.

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"¿Ministros? ¿Ministros de qué? Este es mi país. Todavía soy el presidente de este país", dijo Saddam luego de esa reunión, según O Shea.

Los guardias contaron que Saddam estaba firmemente convencido de que los iraquíes todavía lo querían y que todo lo que él había hecho era para beneficio su pueblo, incluyendo la invasión a Kuwait. "Dijo que los kuwaitíes eran un  montón de perros que violaban a las mujeres iraquíes", recordó el sargento  Casey Dunnigan.

Saddam incluso invitó a sus guardias, a quienes llamaba "sus hijos, sus  hermanos, sus amigos", a volver a visitarlo cuando estuviera reinstalado en uno de sus palacios.

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Pero, por el momento, la vida de Saddam es de confinamiento, espacios  escasamente amueblados y pequeños placeres.

O Shea, que tenía apenas 19 años cuando fue asignado a la custodia de  Saddam, contó que al prisionero le encantaba desayunar cereales de salvado y  pasas. Cuando en cambio le llevaban cereal frutado, era una de las pocas veces  que se lo veía "abatido".

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Saddam podía pedir cualquier comida dentro lo razonable --y a él parecía  gustarle el pollo, el pescado y las ensaladas, pero sólo con aderezo italiano.  Le encantaban los Cheetos, un snack con sabor a queso.

Eso fue hasta que se acabó la provisión de Cheetos y los guardias le dieron  una bolsa de Doritos, un snack similar.

"Se comía una bolsa tamaño familiar de Doritos en 10 minutos", dijo el  guardia Jesse Dawson.
Los cinco soldados asumieron la responsabilidad de cuidar a Saddam poco  después de que éste fuera capturado en una cueva bajo tierra cerca de Tikrit,  en diciembre de 2003.

Al principio Saddam estaba en una celda al final de un largo y mugriento  corredor. Después, el ex mandatario iraquí fue llevado a un cuarto más limpio y  sin ratas, amueblado sólo con una cama, un inodoro, una silla de plástico rojo,  una alfombra para rezar y unos pocos libros, entre ellos, una copia chamuscada  del Corán atravesada por un balazo.

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Los soldados dijeron que, según reglas del ejército estadounidense, no  podían decir exactamente dónde está preso Saddam.

Saddam estaba prolijamente afeitado, se lavaba su propia ropa, y tenía  "fobia a los gérmenes", dijeron. Se lavaba las manos cada vez que le daba la  mano a alguien, y limpiaba sus platos y sus cubiertos con toallitas de bebé  antes de comer.

Sus momentos más felices eran en un pequeño jardín donde alimentaba a los  pájaros con pan y cereales que guardaba, llegando a compartir con ellos los  cereales frutados.

Según los soldados, Saddam decía que el presidente George W. Bush y su  padre "no eran buenos", y que su preferido era el fallecido presidente Ronald  Reagan.

"Hablaba sobre cómo Reagan le había vendido aviones y helicópteros y le había financiado la guerra contra Irán (1980-1988)", declaró O Shea.

Los soldados, que tenían órden de tratar a Saddam con respeto, lo  encontraban "extravagante, amigable y a menudo gracioso. Se les hacía difícil  recordar que era responsable de matanzas", dijo la revista.