La obra  cuenta la historia de un primo hermano de su padre que escribía libros  y  tras echarse por años en brazos del juego y el licor, se suicidó.

Hace seis meses, el escritor peruano Mario Vargas Llosa dijo en Madrid que la novela, como género literario, está en vías de extinción. Según él, las nuevas tecnologías como internet la han herido de muerte. “No sobrevivirá al siglo XXI”, pronosticó.  Pero le acaba de salir un contradictor de peso:  Jorge Edwards. El literato chileno   aseguró que si la novela llegara a desaparecer sería reemplazada por otra.

Edwards, que en 1999 recibió el Premio Cervantes, tiene un nuevo libro, El inútil de la familia, editado por Alfaguara. La novela cuenta la historia de Joaquín Edwards Bello, un primo hermano de su padre que se dedicó a escribir libros y artículos de prensa y que, tras echarse por años en brazos del juego y el licor se quitó la vida en Santiago de Chile. La crítica ha sido muy elogiosa con el libro. Ha llegado incluso a decir que estamos ante su obra cumbre.

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“El elogio provino de Alberto Fuguet y generó una reacción fantástica del público.
Hace poco vi un ranking en El Mercurio, el diario chileno, y estoy feliz porque voy en primer lugar y le gano a García Márquez”, bromea Edwards con un sentido del humor muy británico. “No obstante, al principio los periódicos le dieron muy duro a la novela. Empezó muy criticada por dos critiquillos –bueno, siempre que a uno le critican mal un libro dice que el crítico es un imbécil–. Pero lo de Fuguet cambió todo eso”.

¿Cómo se le ocurrió este libro? “Yo me pasé toda la vida escuchando historias de Joaquín. Se las oía a mi padre, un empresario activo al que ese primo hermano le parecía un desastre. En casa de mi abuelo se referían a él no como Joaquín, a secas, sino como ‘el inútil de Joaquín’. Claro, mi abuelo era nieto de ingleses y descendiente de catalanes. Por algo exhibía un libro titulado El carácter y otro llamado El ahorro. Cuando comencé a escribir me decían lo mismo que a Joaquín: que iba a morirme de hambre”, contesta.

“Luego empecé a recibir noticias de Joaquín gracias a una vieja tía que guardaba cosas de él”, prosigue Edwards. “Joaquín era bisnieto de Andrés Bello y muy conocido en los círculos literarios y periodísticos. Neruda también lo conoció bastante. Eso lo supe en los bares adonde yo iba en ese entonces, tugurios en los que el vino era tan malo que nos dejaba un círculo violeta en la boca. Pues bien: hace pocos años se me ocurrió que Joaquín era un personaje de novela y tuve que inventarme un método narrativo para que el lector se diera cuenta de que el narrador era un personaje que existe, que soy yo”.

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Edwards admite similitudes entre su tío y él: “Algo de lo que le pasó a él me ha pasado a mí. Los conflictos de él eran a veces tragicómicos, a veces patéticos.
Yo los seguí con interés a pesar de que lo conocí poquísimo. Después descubrí un fenómeno llamativo: que él también me seguía. En su archivo encontré un fólder que dice: ‘Jorge Edwards – Escritor’. En su interior hay sobres viejos con críticas de libros míos. No hay comentarios en los márgenes. Menos mal, porque los que solía hacer eran terribles”.

Joaquín fue un tipo curioso, según su sobrino. “En 1910 salió con su novela escandalosa El inútil de la familia. Se tuvo que ir de Chile. No debió ser únicamente porque el protagonista era ateo o porque hablaba de los curas. Tuvo que haber algo más. Mi tío se vio entonces forzado a esconderse quince días en un prostíbulo que se llamaba La Gloria. No está mal el nombre, ¿no? Los bajos fondos le encantaban”, dice socarronamente.

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Edwards confiesa que gozó mucho escribiendo esta novela. “Me he divertido recatando y también investigando el tema. El archivo de Joaquín contenía cosas de escándalo. Además hablé con mucha gente: escritores que lo conocieron, su hijastro, su viuda. Ella fue muy simpática. Cuando fui a su casa, que es la misma donde él vivió, eché una mirada a la alcoba donde se suicidó. Al despedirme la señora me dijo: ‘Venga nuevamente a verme, pero la próxima vez tráigase una botellita de whisky’. Cuando conté públicamente la anécdota, el hijastro se molestó. Me dijo que la había hecho quedar mal. Yo pienso lo contrario. La dejé muy bien”.

Un crítico muy respetado sostiene que El inútil es la mejor obra de Jorge Edwards. “Sí, lo dijo Julio Ortega, pero no sé si eso será verdad. A mí me costó mucho, después de haber escrito Persona non grata –un libro que causó polémica– hacerme leer como autor de ficción. Yo tenía quince libros publicados y, después de ese, la gente me decía: ‘Leí tu libro’. Y yo siempre preguntaba: ‘¿Cuál?’. Pero nada. Seguía siendo mi libro, el libro. Por eso tuve la sospecha de que el público no me leía. Ahora: si a uno le dicen que a los 73 años ha publicado su mejor libro, no está tan mal”, afirma sonriente.

¿Le ha influido el realismo mágico? “No”, responde enseguida. “No tengo nada que ver con el realismo mágico. No se me ha dado. Comencé a escribir una literatura realista, casi naturalista. Pero estoy más de cerca de otras fantasías, como la de Kafka.  Nunca me han interesado los seres que vuelan, las lluvias que duran cien años, las piedras que parecen huevos prehistóricos. Cuando leí El coronel no tiene quién le escriba me gustó mucho, pero Cien años de soledad me pareció un poco excesiva. De la última novela de García Márquez prefiero no decir nada”.