Desde ya unos días, me parece oír mejor la voz de Dios en todo lo que vivo. Da igual que me tropiece al caminar, que me encuentre atascado en el puente, o que se inclinen reverentemente ante mi paso, cuando traslado a mi Jesús Eucaristía, unas sonrientes flores amarillas. Con todo Dios me está “mensajeando”.

Hoy han sido los temores de una linda joven (linda y lista, que todo hay que decirlo) ante la perspectiva de casarse en un futuro no lejano con el primer y cuatriañero enamorado de su vida.

El tener cierto miedo al matrimonio parece disculpable. Mas en el caso que hoy cuento, la joven se encontró con que subió de forma inesperada, por un andar equivocado de su pretendiente, lo que hoy algunos entendidos llaman el “riesgo-matrimonio”. Y ante la posibilidad de equivocarse irreversiblemente, sufría lo indecible.

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Aunque le aconsejé que no ocultara a su alocado enamorado lo que se le cruzaba por el pensamiento y por el corazón, la animé a que se casara cuanto antes.
Porque el amor entre los dos, después de tantos años de fidelidad, permitía predecir un buen futuro. Pero la linda y lista joven, no se convencía. Quería estar segura cien por cien.

Entonces le expliqué que no se puede dar un paso sin tener un pie en el aire, que no se puede caminar sin exponerse a dar un tropezón porque vivir es necesariamente decidir con riesgo. Además le recordé que en su momento el matrimonio, siendo un santo sacramento, les daría la gracia a los dos para que fueran fieles uno al otro hasta la muerte. Y que, por tanto, debía confiar en Dios y perdonar a su dolido enamorado.

Después de hablar con ella, al repasar el evangelio de hoy domingo, me “llegó” lo que el Señor nos dice a todos. Es decir, oí lo que el Señor quería que escuchara en su Palabra  –para que luego se lo transmitiera a mis lectores– en relación con el temor de la casamentera.

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Dice a los suyos Jesús después de haberles encargado una misión de fuerte riesgo: “No teman a los hombres (...) No tengan miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma: Teman, más bien, a quien puede arrojar al lugar de castigo el alma y el cuerpo. ¿No es verdad que se venden dos pajarillos por una moneda? Sin embargo, ni uno solo de ellos cae por tierra si no lo permite el Padre.

En cuanto a ustedes, hasta los cabellos de su cabeza están contados. Por lo tanto, no tengan miedo, porque ustedes valen más que todos los pájaros del mundo” (Cfr. Mateo 10,26-33).

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Lo que me pareció  escuchar al meditar el evangelio fue que la seguridad está tan solo en Dios. Y que por eso la joven, como tantas y tantos que se apoyan solo en la visión humana, no podía derrotar la indecisión.