Para el psicólogo Ilitch Verduga, el hecho de que los hijos nunca pierdan el vínculo de amor para sus padres, está en los genes. “La sangre es muy fuerte”, menciona.

Verduga comenta que los hijos no dejan de amar a sus padres durante toda su vida. Pese a que a algunos se les hace difícil exteriorizar ese sentimiento, eso no significa que no haya amor hacia el padre.

El profesional manifiesta que aquellos recuerdos de infancia que los hijos tienen de su padre son más fuertes “por ser pocos, las evocaciones se hacen más relevantes. Salir al parque, haber jugado con él durante 5 minutos,  tomarse un helado con su hijo, el hecho de que unas veces lo haya llevado a la escuela, esos recuerdos como fueron tan pocos el hijo los evoca con amor y añoranza”, dice.

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Además, manifiesta que el hijo siempre busca la imagen del padre como un escudo, como la persona que le puede ayudar a solucionar o salir de un problema, “la presencia del padre es vital para un hijo”.

Sin embargo, Verduga es enfático en mencionar que para que el lazo de amor y de afecto hacia el padre se mantenga más fuerte de lo normal, es necesario que el padre le ofrezca al hijo “no cantidad de tiempo sino calidad, cuando él esté junto a sus hijos les debe  demostrar que ese tiempo que él les da es el mejor, una caricia, un gesto es mucho más valioso que ver una película en el cine”, aconseja.