El jueves por la mañana, Rafael Cuesta negó que el hecho de tomarse de 15 a 20 minutos de los noticiarios de TC para una nueva arremetida en contra del presidente del Banco del Pichincha y propietario de Teleamazonas, Fidel Egas, fuera el reinicio de la “guerra de los canales”. 

Lo terrible es que tiene razón. Si solo se tratara de una pugna entre canales, lo que sucede en las pantallas sería inexplicable: En una estación televisiva se leen y comentan extensa y desproporcionadamente (de 15 a 20 minutos) párrafos de una carta que el presidente de un banco y dueño de un canal de TV dirige a un (ex) jefe de Estado ,  y extractos de la dura respuesta de este. En cambio, en la otra televisora se lee el comunicado del banco aludido para aclarar la operación financiera, pero mirando a otro lado para no mencionar el hecho de la presión política ejercida por su propietario.

¿Pugna de televisoras? No. Dos medios pueden distanciarse porque posiblemente son competidores directos en el objetivo de tener más público y más publicidad. También  porque el uno se siente afectado por alguna estrategia que utiliza el otro o porque no comparten líneas editoriales y/o tendencias políticas. Así se pueden producir alejamientos, algún intercambio de ataques y comunicados en pantalla, como los que protagonizan Roberto Bonafont de Gamavisión y los periodistas deportivos de Canal Uno, cada cierto tiempo… Pare de contar. ¿Se pueden meter en esa misma canasta los recientes ataques de Rafael Cuesta a Fidel Egas y al Banco del Pichincha? ¿O la ofensiva de septiembre del 2004?

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En toda regla, estamos ante un enfrentamiento entre dos grupos económicos poderosos. La diferencia se marca en que esta lucha involucra a medios de comunicación, con el inconveniente de que se han reducido a campos de batalla y arsenales que se apuntan en contra de los rivales.

La naturaleza de los contendientes lo explica. En una esquina están los hermanos Isaías Dassum, quienes han logrado constituir el más grande conglomerado mediático y de comunicación del país: TC Televisión, Gamavisión, TV Cable –el mayor sistema de televisión pagada–, Satnet (Internet) y varias radiodifusoras. 
Sin embargo, como ex accionistas del Filanbanco enfrentan líos con la justicia, de tal manera que actualmente dirigen sus empresas y medios desde Miami.
Representan un poder cuestionado y en transformación. Al frente está el grupo del Banco del Pichincha, probablemente el de más peso en el sector financiero. Su presidente, además, dirige Teleamazonas. Representa un poder económico en alza.

Dicho esto hay que establecer las diferencias. Durante la “guerra” anterior, los medios del Grupo Isaías pusieron en marcha una estrategia de demolición en contra de su rival, sin reparos éticos. Para el objetivo, se utilizó todo tipo de armas: noticiarios, talk shows, programas como ‘Buenos Muchachos’ y ‘Expedientes’, el caso ‘Popstars’, etc. Aunque la cabeza de playa fue un espacio informativo como ‘El Noticiero’,  que en su emisión de las 19h00 llega a captar hasta un promedio de 200.000 televisores prendidos en Guayaquil y algo menos en Quito.

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De ahí que no sea más que cinismo, el rasgado de vestiduras en TC cuando ahora se confirma que el Banco del Pichincha enfrentó problemas de liquidez en septiembre del 2004: probablemente no fueron los responsables, pero pusieron su grano de arena para que la crisis se agrave.

En esta semana, Egas no ha contestado a la andanada. Durante las escaramuzas del 2004, Teleamazonas enfocó sus disparos sobre el diputado Patricio Dávila –un favorito de TC– quien aparentemente tenía listo en la Comisión de Fiscalización del Congreso un informe a favor de los hermanos Isaías. A esto súmese una serie de reportajes periodísticos sobre la crisis bancaria, donde el tema Filanbanco fue apenas el insípido postre de una dieta blanda. Si se suma y resta, el desbalance en el conteo de “muertos y heridos” es evidente.

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Por lo contrario para la situación de medios y periodismo, la pérdida es igual de importante. Porque la mezcla disputas-medios-presiones; o dicho de otra forma, la mezcla de intereses políticos, económicos y judiciales es incompatible con un manejo de medios de comunicación sano, independiente y atento únicamente a los intereses de la comunidad. Esto es por de más evidente, al observar el cómo los medios del Grupo Isaías han convertido el sesgo informativo y las verdades a medias, en un hábito.

¿Ejemplos? En este mismo caso hay varios. En ‘El Noticiero’ del miércoles por la noche se anuncia: Polvareda política y económica levanta la revelación de las cartas que intercambiaron Lucio Gutiérrez y Fidel Egas. Hacia la mitad de la emisión se pasan extractos de la rueda de prensa del ministro de Economía, Rafael Correa, donde –como respuesta a una pregunta– habla de abrir una investigación sobre lo que sucedió en septiembre del 2004 con el Banco del Pichincha. El resto de canales y la misma TC (pero a la mañana siguiente) informan sobre la verdadera motivación de la rueda de prensa de Correa: denunciar un supuesto complot de bancos internacionales y tenedores de deuda en contra del régimen.

Otra: la noche del jueves, el reportero Daniel Montalvo hizo todos los esfuerzos por demostrar que el Superintendente de Bancos ocultó información sobre la iliquidez del Pichincha y además interpretó las declaraciones del gerente del Banco Central, Mauricio Pareja, sobre el riesgo que hubo para todo el sistema financiero, como si fuera una advertencia sobre lo mal que estuvo el Pichincha. 

En el otro lado. Supongamos que la carta de Egas a Gutiérrez fue elaborada en un momento por de más complicado, cuando se sospechaban fallos terribles de la “Pichicorte”. No deja de desconcertar las invasiones indiscriminadas de espacios que se reflejan en su contenido:

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“Nuestro canal ha defendido la legitimidad de su mandato pese a las innumerables inconstitucionalidades en que usted ha incurrido”  vs. “Este puede ser el inicio de otra campaña igual a la que se montó en septiembre  del año pasado y que tiene como consecuencia la desestabilización del sistema financiero y especialmente del Banco del Pichincha”.

Y el más revelador: “Nuestro canal no va a dejar de defender la estabilidad a pesar de estas razones o de otras muy largas de enumerar, pero sí quiero responsabilizarlos personalmente a usted, al Ministro de Gobierno y al Comandante de la Policía por lo que le pueda pasar al Banco del Pichincha, alguna de nuestras empresas,…”

Entonces, quién escribe la carta: ¿Un banquero o el representante de un medio de comunicación? Las cosas se mezclan y los límites se difuminan. A la inversa, Lucio Gutiérrez,  ¿a quién responde? ¿No es en unas líneas al banquero y en otras al representante de un medio? Grave, muy grave que el poder político –al cual se supone los medios sirven de contrapeso– no pueda distinguir bien a su interlocutor.

En estos casos, ¿dónde están los muros que se supone debe haber entre el manejo empresarial y el periodístico de un medio? O bien no existen estratégicamente (como en el caso TC). O en situaciones críticas se difuminan y distorsionan (caso Teleamazonas).

¿Cuánto tiempo más se puede seguir con esta situación? ¿No está sufriendo la credibilidad de todos los medios ecuatorianos, en general? Con un Estado tan débil que las regulaciones son una anécdota, ¿qué se puede hacer?  Confieso que no tengo respuesta. Aunque, finalmente, como reza el ‘eslogan’ de un programa de TV, “somos lo que vemos”.