Muy entusiasmada me contó que se iba a unir a un grupo para proponer reformas constitucionales. Al seguir la conversación quedó claro que nunca había leído la Constitución, pero estaba absolutamente convencida de que el país necesita cambiarla y de que tiene derecho a participar en el proceso.

Como la persona de la anécdota, son muchos los ecuatorianos y las ecuatorianas dispuestos a hacer algo para que el Ecuador sea diferente pero, lastimosamente, también son muchos los que buscan la acción antes de tener la información y conocimiento necesarios.

Quizás el mayor problema del país no esté en el contenido de la Constitución y las leyes, sino en su desconocimiento por la mayoría de los ciudadanos que, en consecuencia, no pueden exigir el cumplimiento de sus derechos, ni conocer los deberes que el artículo 97 de la Constitución señala.

Al desconocimiento de la ley se une el irrespeto de los que sí la conocen y construyen su economía, sus relaciones, su vida pública y política sobre la burla de las normas colectivas.

Los episodios recientes que han conducido al país a la crisis que vivimos son, en definitiva, el resultado de una cadena de ilegalidades que desde distintas esferas del poder se han mal disfrazado de trascendentales decisiones legales.

Y como en el mundo de la arbitrariedad todo es posible, se nos ha repetido hasta casi convencernos de que en democracia la mayoría decide, pero se olvidan de que siempre debe hacerlo dentro de la ley y, por esto, el Congreso ha tomado muchas decisiones al margen de la Constitución, llevándonos entonces a vivir en un estado seudodemocrático en el que, increíblemente, se vive hace algunos meses sin Corte Suprema de Justicia porque se la convirtió en una de las piezas del juego político en el que no hay racionalidad sino la ley del más vivo para formar mayorías aunque no alcancen el número de votos que la ley requiere. Y este es solo un ejemplo.

Así que no nos engañemos, no estamos viviendo en un régimen de derecho y es urgente que volvamos a él. Trabajemos para ello, hagámoslo rápido pero con conocimiento, con prudencia, con participación y con firmeza.

Luego, iniciemos la cruzada por el respeto a la ley y no permitamos a nadie obrar fuera de ella porque hacerlo ha causado ya mucho daño a la vida nacional.