El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, surgió aparentemente fortalecido ayer luego de que comenzó a reestructurar su gabinete para enfrentar la peor crisis política desde que llegó al poder, detonada por acusaciones de corrupción contra su partido y colaboradores.

La crisis política se inició con las denuncias del presidente del Partido Trabalhista Brasileño, Roberto Jefferson, hasta ahora aliado del jefe de Estado, de que el gobierno compró el apoyo de varios legisladores.

Políticos, incluso de oposición, analistas y operadores de los mercados elogiaron la renuncia de José Dirceu, influyente jefe de Gabinete y mano derecha del gobierno de Lula, anunciada la noche del jueves.

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Dirceu pregonó su inocencia y denunció maniobras para “desestabilizar al gobierno del presidente Lula”.

Ayer, dos encuestas mostraron que el mandatario brasileño sería reelecto si los próximos comicios presidenciales de octubre del 2006 fueran inmediatos, pese a que cayó la evaluación y aprobación del desempeño de su gobierno.

Sin embargo, el senador de oposición Jefferson Peres, del Partido Democrático Trabalhista (PDT), dijo al diario O Estado de Sao Paulo, que existe el riesgo de que la investigación de los presuntos casos de corrupción conduzca a un proceso de destitución del  presidente Lula da Silva.

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Una investigación similar por corrupción condujo en 1992 a la renuncia del presidente Fernando Collor de Mello.