Convertido en un símbolo del abuso norteamericano a detenidos musulmanes, la prisión que Estados Unidos mantiene en la Base militar de Guantánamo, en Cuba, es objeto de debate en el país, incluso entre los funcionarios del gobierno del presidente George W. Bush.

Aunque el mandatario parece haber contemplado la opción de cerrarlo, al decir la semana pasada que su gobierno “estaba explorando todas las alternativas”, esta semana el vicepresidente Dick Cheney y el secretario de Defensa, Donald H. Rumsfeld, se pronunciaron contra esa posibilidad.

Cheney dijo el lunes que no había planes inmediatos para cerrar el centro de detenciones porque es “una parte esencial de nuestra estrategia para ganar la actual guerra contra el terrorismo”.

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Rumsfeld señaló el martes que la cárcel de Guantánamo operará durante años “hasta que la guerra contra el terrorismo llegue a su fin”.

Pero las denuncias de abusos a los prisioneros en Guantánamo han multiplicado en EE.UU. las peticiones para que se clausure el campo de detención en territorio cubano.

El mes pasado, denuncias de que guardias militares de Guantánamo profanaron al Corán, el libro sagrado de los musulmanes, publicadas por la revista Newsweek y ratificadas por el Pentágono, provocaron protestas en el mundo islámico, que dejaron más de una docena de muertos.

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Ayer, el Senado de Estados Unidos entró en la polémica cuando mandos militares y expertos legales comparecieron ante el comité de Asuntos Judiciales, que quiere determinar la veracidad de las recientes denuncias sobre abusos contra los 540 detenidos en Guantánamo.

Los funcionarios militares  afirmaron que se han tomado medidas extraordinarias para proteger ciertos derechos de los prisioneros y para procesar sus casos.