La convocatoria a una Asamblea Constituyente ha sido descartada. La posibilidad de adelantar elecciones es un temor no superado. Se ha ofrecido una consulta popular para introducir profundos cambios en nuestra arquitectura constitucional, pero lo cierto es que existen indicios de que dicha consulta no tendrá lugar. Los organismos electorales fueron ya repartidos a la vieja usanza. El Tribunal Constitucional pronto correrá la misma suerte. La Corte Suprema al parecer va a caer en manos de la partidocracia nuevamente. Quizás el reparto ahora sea un poco más “democrático”, pero nada más. (Fue por ello que tanto insistieron en mantener en 31 el número de magistrados, no porque dizque así se van a despachar más rápido las causas…).

Dudamos que haya la consulta popular porque, según la Constitución –y en esta parte sí que la van a respetar–, para que ello ocurra se necesita el permiso de la partidocracia. Y esta última, por su lado, ya ha sentenciado que la consulta no es necesaria porque el Congreso es lo suficientemente inteligente, patriota y preparado para reformar la Constitución en beneficio de todos nosotros. Claro que si para ello habrá que romper el llamado candado constitucional violando el trámite previsto, pues, seguramente se lo hará. (En esta parte no respetarán la Constitución…). Por esto es que les vino como anillo al dedo la decisión del Ejecutivo de gastarse varios meses en las llamadas mesas de diálogo. Es el tiempo que necesita el Congreso para “recuperar su imagen” haciéndose la cirugía plástica y bajando unas libritas. Ya lo comenzó a hacer, según ellos, expulsando a ciertos diputados y protegiendo a otros. Al final de allí tampoco saldrá ninguna reforma seria.

La Suprema volverá a las manos de la partidocracia porque la Justicia para esta gente es demasiado importante para dejarla en manos de magistrados independientes y profesionales. La prueba está en la soltura con la que hablan de que hay que apurarse en tener nueva Corte para que persiga a Gutiérrez y anule rápido lo hecho por Castro Dáger. Es en lo único que piensan cuando hablan de “reforma judicial”. Por eso es que jamás aprobarán la propuesta de Palacio de racionalizar los juicios de fuero.

En resumen, las cosas no van a cambiar. El único cambio que hubo fue el cambio en la Jefatura de Estado. Hay nuevas caras, claro está. Pero no nuevas estructuras. No cambios en el sistema. Hay muchas ideas en el aire, cierto es. Pero nada más. En un país que vive tanto de las percepciones y no de las reflexiones, esto al parecer es suficiente. Mientras tanto, nos distraeremos con esa feria de vanidades de quién echó al supuesto dictador de su cargo y quién salvó a Palacio. Y en cosas similares. La gran mayoría ni siquiera, al parecer, se ha percatado de que la dictadura (la de verdad) aún persiste, que nunca se fue, que lleva ya casi dos décadas en el poder –no precisamente en Carondelet–, y que va para largo.