A Raquel Lamán compartir experiencias con personas que padecen su misma enfermedad le cambió la vida. Lleva diez de sus 72 años en el club de hipertensos del hospital Teodoro Maldonado Carbo y allí, junto a  114  personas, ha aprendido a controlar las alteraciones de su presión,  cambiar hábitos alimenticios y mejorar la calidad de vida. “Llegué con una presión de 240/100, a punto de que me diera un infarto. Me trataron y me uní al grupo”. Ella y su esposo, Jimmy Soria, de 74 años, son parte de la directiva y aprenden desde técnicas de nutrición hasta clases de merengue y tango.

Chanena Sánchez, coordinadora del club, indica que la integración es básica para tratar a un hipertenso porque conoce la enfermedad, la acepta y se interesa por vencer los factores de riesgo. Los dispensarios del cabildo también tienen un club que agrupa a 1.200 pacientes.