Familiares pidieron ayuda a la Pastoral Social de Azogues para averiguar el paradero de sus parientes.

El 16 de marzo pasado, nueve indígenas de la comuna quichua Caguanapamba, perteneciente al cantón El Tambo, de la provincia de Cañar, salieron de sus hogares con el sueño de llegar  a EE.UU.. Desde entonces los familiares de cuatro de ellos desconocen su paradero.

Feliciano Espinoza Zaruma, de 30 años, uno de los desaparecidos, fue dirigente de esa comuna indígena y se dedicaba a la agricultura o a la construcción, pero decidió emigrar con la intención de ganar el dinero que necesita para construir una casa y ayudar a su familia.

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Espinoza está casado con Elena Zaruma y tiene 5 hijos, de edades entre los 2 y 15 años, quienes comparten una pequeña casa de ladrillo de dos ambientes, con piso de tierra.

Antonio, de 11 años, es su tercer hijo, asiste a la escuela del mismo nombre de su comuna, pero el viernes pasado no fue a clases, acompañaba a una vecina mientras su mamá, quien es una dirigente comunal participaba en un taller de turismo en Cuenca.

El niño recordó que su papá estaba muy entusiasmado con la idea del viaje a Estados Unidos. “Siempre nos decía que cuando él consiguiese trabajo allá nosotros viviríamos mejor aquí”, expresó, mientras jugaba con un trompo de madera que su padre fabricó para él.

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Los demás desaparecidos habitan a lo largo del cerro Caguanapamba. En la parte más alta adonde solo se llega a pie, vive María Doraliza Buñay Yupa, una mujer de 75 años. Ella cuida de cinco nietos, tres de ellos hijos de Jesús Yupa Buñay, su primer vástago que reside en Chicago desde hace cinco años, y los otros dos, de su segundo hijo, Alonso.

La mujer de mirada triste espera desesperada noticias de su hija política María Lucinda Zaruma Caguana, que salió junto con el grupo de desaparecidos y viajaba también con su otra hija política, Juana Caguana, quien ya llegó a EE.UU. hace tres semanas.

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Según Doraliza, su hija política Juana le comentó por teléfono que durante el viaje al llegar a Guatemala en mayo, fueron separadas y desde esa fecha nunca tuvo noticias de María Lucinda.

La incertidumbre del paradero mantiene a la mujer en zozobra y llora cada vez que la recuerda.

Llora por hermana
Con la misma ansiedad, acompañado de su abuela Dolores Caguana, de 60 años, Tomás Yupa Dután, de 15 años, espera noticias de su hermana Tránsito, quien luego de cumplir 18 años  emigró con el mismo grupo de indígenas que ahora están desaparecidos.

Sus padres Ramón Yapa y María Cruz Dután residen en Chicago, el primero desde hace cinco años y la madre hace tres.

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Tomás vivía con su hermana en la casa que sus padres construyeron el año pasado y afirma que una vez que se gradúe también se arriesgará a viajar a EE.UU. para encontrarse con sus padres.

Otro hogar a la expectativa de noticias es el de María Lorenza Guamán, de 27 años. El paradero de su esposo Ángel Raúl Chimborazo de la misma edad, tampoco se conoce.

Son padres dos niños: Fernando de 2 años y Luz Maribel de 1 año. “Mi esposo quería visitar a sus hermanos que viven allá y trabajar para asegurar los estudios de nuestros hijos”, evocó.

Comentó que espera informes del coyote, que vive en el cantón El Tambo y que desde hace dos meses “ni siquiera contesta el teléfono. Toda la comuna lo busca para que responda, pero se esconde”, dijo.

Segundo Chimborazo, cuñado de María Lorenza, acudió la semana pasada a la oficina de Migración de la Pastoral Social de Azogues para pedir ayuda, allí informó que por la llamada de uno de los viajeros que sí llegó a EE.UU., el grupo podría estar preso en la cárcel de Florencia, en Arizona.

Sin embargo, no se ha logrado confirmar la información.

Los familiares indican que los coyotes les cobraron 9.500 dólares, de los cuales 2.000 eran por el transporte en barco hasta Guatemala.