Los delincuentes, pero los de alto vuelo, cada vez más descarados, quieren seguir asolando la economía de nuestro país.

La impunidad de la que disfrutan es un funesto precedente para sectores carentes de convicciones y principios bien formados, que existen en toda sociedad.

Ahora, los grandes ladrones no se molestan en negar cínicamente sus fechorías como acostumbraban. Simplemente alegan pretextos “legales”, y si consiguen mantener su impunidad con esas leguleyadas, continuarán causando pésima influencia en los sectores vulnerables, que consideran una hazaña esa práctica de burlarse de la ley con triquiñuelas.

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Si permitimos eso, jamás conseguiremos desterrar la corrupción. Es imperativo que nuestras autoridades encuentren la forma de sancionar en forma ejemplarizadora la corrupción, y que los ladrones de nuestros recursos dejen de burlarse de la justicia avalentonados por la impunidad, y sean obligados a devolver los millones sustraídos y pagar sus delitos en la cárcel.

Miguel Fajardo Rodríguez
Guayaquil