Permítame expresar mi inconformidad con medios de comunicación escritos donde salen todos los días en portadas, pornografías ofensivas contra los niños, y degradan a la mujer al más bajo nivel.

Antes en periódicos salían esas fotos minicubiertas, ahora se aprecian las partes íntimas. A esto se suma la libre distribución de videos pornográficos a un dólar, y los potenciales clientes son estudiantes. ¿Dónde están las autoridades?

Ni se diga de los programas violentos sobre los que no hay censura, ¿acaso silencia el poderoso billete? Se promocionan chorros de sangre en los canales de televisión que parecerían ser el alimento que se da a los niños. Ni hablar de la pornografía que dan a cualquier hora.

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Los legisladores se han olvidado de crear leyes para que combatan la pornografía en todos sus niveles, se sancione a todos los infractores con el rigor de la ley, haya acumulación de penas para el que roba, mata, viola, o envenena la mente de los niños.

Recogiendo las palabras del presidente Alfredo Palacio, en verdad el país está en terapia intensiva. Hay que refundar la patria con el apoyo de los ‘forajidos’. Ya nos colmaron la paciencia, queremos cambios radicales donde nadie se burle de la ley.

Néstor Torres A.
Guayaquil

Hace aproximadamente un mes yo estaba en la sala de espera de consulta de mi odontólogo, eran como las seis de la tarde; había varios niños también esperando turnos, y a los que sus padres los habían dejado ahí para después recogerlos. El televisor colocado sobre un soporte bien alto en la pared, estaba prendido en el programa ‘Sharon y los especialistas’.

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Los conductores hablaban de una bailarina o modelo o artista, algo así, y discutían si sus glúteos eran naturales o no, en eso dijeron que para salir de dudas ofrecían un “reportaje”, en el mismo se veía caminando por la calle a esa bailarina quien se topaba con el “periodista” el que la interrogaba si sus nalgas eran de prótesis; ella insistía que no era operada. En eso, el “periodista” le propuso llevarla a un médico para que lo confirme.

Entraron a un consultorio donde los esperaba un hombre vestido de terno negro, que se identificó como un doctor fulano de tal, luego hicieron pasar a la vedette o artista a la pieza, donde la mujer se quitó el pantalón insistiendo en que ella era muy tímida, y se acostó boca abajo sobre una camilla. El doctor apareció y con sus manos sin guantes le abrió los glúteos.
La cámara hizo planos muy de cerca; el doctor manipulaba con sus dedos el interior de esa parte del cuerpo abierta y aseguraba que no había señales de cicatrices. El “periodista” acercó su cara para ver mejor la piel y dio su veredicto que todo era natural. Luego la mujer sumamente sonriente se paró, se vistió, y le agradecieron al doctor.

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Los niños que estaban viendo eso se quedaron unos momentos en silencio como hipnotizados, y luego empezaron a soltar tremendas carcajadas sin parar y a decir ciertas frases no aptas para sus edades, mientras una niña se preguntaba: “¿qué le hizo ese hombre, qué le hizo ese hombre..?”.

¿Hasta cuándo no tenemos una asociación u organismo de canales que censure o califique los programas de televisión, y los clasifique por horarios de transmisión y edades de las personas que puedan observarlos? Así se clasificaría a determinadas horas tantos programas basura, evitando prender el televisor en esos momentos.

Maruja I. de Molina
Guayaquil

Muy consternado estoy por la forma en que medios –sabiendo que ejercen una forma de poder, quizás la cuarta dentro de un Estado– no muestran su preocupación por hacer que el nivel académico, social, educativo y la autoestima del ecuatoriano se incrementen.

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No se puede soportar la cantidad de cosas que se dicen en la radio, se escuchan y se ven en la televisión, y lo que se puede leer en diarios. Es increíble que el dinero marque todo: la manera de pensar, las opiniones, el pudor, la ética, la decencia, la verdad...

El problema va más allá, va en todos los programas televisivos que son morbo abierto; noticieros con notas sangrientas, volviéndose en pasquines que si pudiésemos exprimir se tendría una laguna de sangre, y me pregunto, ¿para qué?...; o el famoso ‘Muñequeo’, asqueroso; o el ‘Show de Maritere’, o ‘Laura en América’...

Casi no hay programas educativos. Debe buscarse el incremento de programas tipo documental, como algunos medios televisivos ya lo hacen; sin embargo, falta mucho. ¿Qué esperamos? Debemos tener un departamento de censura que dependa del Ministerio de Educación, para controlar esta ola de pérdida de principios.

Fernando Flor Arteaga
Guayaquil