En nuestros hábitos aparecen también las fantasías y con ellas los estereotipos que gobiernan nuestras vidas. En el cine el asunto es delicado porque Hollywood se ha encargado eficazmente de moldear los esquemas con los cuales percibimos variadas situaciones de la existencia. Con ese inmenso flujo de imágenes dentro de cada uno, es difícil que un drama como Corazones abiertos (Elsker dig for evigt) rompa tanto tiempo de colonialismo cinematográfico.

Pero ojo: la directora Susanne Blier hace un intento muy honorable que merece ser visto.

Susanne viene de Dinamarca, la tierra del director Lars Von Trier, extraordinario vanguardista que puso de cabeza la industria cinematográfica europea cuando él y otros realizadores conformaron Dogma, movimiento que conceptualiza la creación de una película solo en términos de una filmación “cruda” que prescinde de elementos forzados en el rodaje, incentivando la cámara al hombro y capturando la realidad con la luz y sonido natural. Nada de manipuleo y directo al meollo: hay que contar una historia como si se tratara de un documental.

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Corazones abiertos podría ser la consagración de la talentosa directora que revierte todos los clichés del melodrama para sorprendernos con una originalísima puesta en escena. Esta love story en danés comienza como si fuera una comedia rosada. Cecilie (Sonja Richter) y Joachim (Nicolai Lie Kaas), atractiva pareja de veinteañeros, se comprometen en un restaurante. Tiempo después, Joachim es víctima de un accidente en la calle que lo deja cuadrapléjico.
Marie (Paprika Steen) es la mujer que arrolla al joven y que manejaba el carro mientras discutía con su hija adolescente (Stine Bjrregaard). La mujer es casada con Niels (Mads Mickelsen), el médico que está en el hospital donde llevan a Joachim. Cuando Cecilie es rechazada por su novio paralítico solo queda buscar la compañía de Niels, que parece asfixiado por un matrimonio rutinario.

Los protagonistas del filme adquieren una vida propia donde las incongruencias del destino son observadas con un toque irónico que acrecienta el dramatismo.  Blier consigue un magnífico trabajo de sus actores. Al ser totalmente desconocidos para nosotros, nos permiten  penetrar en las interioridades de cada uno. Si allí estuvieran Angelina Jolie y Brad Pitt la película sería  insufrible y su impacto se quedaría en la epidermis.

Corazones abiertos se inicia con tomas desenfocadas de una realidad callejera en la cual descubrimos a los protagonistas, una manera muy original de ir adentrándonos en el cuento de amor imposible entre una pareja.  Amargas revelaciones siempre están presentes en estas vidas románticamente incorrectas. El dogma visionario de los daneses renueva una vez más la creatividad del cine europeo.