Es probable que su decisión no haya sido consecuencia de un análisis objetivo de las ventajas y desventajas del texto fundamental en debate, sino más bien una reacción a las políticas del presidente Jacques Chirac, o a lo sumo al costo social de la implantación del euro. No sería la primera vez que algo así ocurre, pero conviene remarcar esta tendencia a que las consultas populares se transformen en una forma de premiar o castigar al gobierno de turno, y no en un medio efectivo de auscultar la voluntad popular.

En cualquier caso, lo que inquieta en el corto plazo es conocer si, luego del no francés, el proceso de unidad europea se continúa fortaleciendo o si pierde ritmo y velocidad.

Para América Latina, la existencia de un bloque europeo unido es una necesidad geopolítica, como medio de contrapesar el exagerado poder de Estados Unidos en el escenario internacional, y por la conveniencia de que exista un interlocutor alternativo en el obligado pero siempre pospuesto diálogo entre Norte y Sur.

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De allí nuestro anhelo de que la decisión francesa no sea sino un capítulo de corta duración, que dé paso inmediatamente a nuevos logros en la vocación unitaria del Viejo Continente.