El agasajo lo hizo la Defensoría del Pueblo para 50 menores con motivo del Día del Niño.

Detrás de su sonrisa arrancada con cada caramelo recibido se escondía el dolor de vivir en el interior de la Penitenciaría.

Eso es lo que siente Bella, de 10 años, una de los aproximadamente 50 menores que viven en la cárcel de mujeres y que recibieron ayer un homenaje por parte de la Defensoría del Pueblo por conmemorarse el Día Mundial del Niño.

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“Fue algo muy bonito que la gente se acuerde que aquí adentro también vivimos niños y por lo menos alguien de afuera nos regale algo y nos haga sentir como lo que somos”, menciona.

Bella recuerda que cuando su mamá, Patricia, le pidió que se vaya a vivir junto a ella en la Penitenciaría, no lo pensó dos veces. “Yo quiero mucho a mi mamá, no sé cuándo vaya a salir de aquí, lo único que yo quiero es estar con ella.  A veces me pongo a llorar en un rincón porque aquí es feo vivir, pero por mi mamá no me importa, lo único que quiero es estar junto a ella”, menciona la pequeña.

Mientras el acto de agasajo continuaba los hijos de la internas no podían ocultar su alegría con cada actuación del mago Marito, quien animaba el evento.

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Sin embargo, muchos de los niños ahí presentes, quienes no sobrepasan los 14 años de edad, sienten un contraste entre tristeza y alegría.

“Aquí adentro la vida es muy fea; yo vivo  aquí porque tengo que cuidar a mi mamá y ayudar a mi hermana a hacer sus deberes y ver que nada malo le pase. Estoy aquí porque quiero a mi mamá”, afirma entre sollozos, Carlos, de 13 años, mientras Marito reparte caramelos a sus compañeros.

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María del Pilar Serna, comisionada de la Defensoría del Pueblo Guayas-Galápagos, comenta que el acto lo organizó esa dependencia, como parte de su misión por velar los derechos humanos.

Para Angélica, quien cayó detenida hace tres años, y en ese entonces iba por el quinto mes de embarazo, observar cada sonrisa y gesto de felicidad de su pequeña Sheily, es algo que la emociona y le arranca más de un suspiro.

“Esto es bueno para los niños para que no se sientan marginados, ellos aquí adentro sufren mucho. De esta manera ellos sienten que tienen los mismos derechos que los niños que están afuera”, comenta Angélica.

Y mientras el mago reparte caramelos y con sus gestos arranca sonrisas a los menores presentes, el acto se  fue desarrollando, entre aplausos, risas y cantos de los niños, quienes con sus ojos llenos de alegría deseaban que la fiesta no terminara; mientras Carlos, de 7 años, pedía que no se vaya Marito, “porque ya no tendré una fiesta y otra vez aquí será lo mismo. Ya no habrá más celebración sino hasta diciembre por la celebración de Navidad, cuando también vienen los payasos”.

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Entre tanto, Bella espera con ansias el flan con gelatina que su madre le prometió para hoy, para celebrar su día.