Mucho se ha escrito sobre El Quijote, pero en realidad poco se conoce de los orígenes de su autor. Con ese espíritu y mucha afición inició su andadura César Brandariz, periplo que tras siete años de lecturas y análisis le ha llevado a descubrir a un nuevo Cervantes. Desde su óptica de investigador, lo que ha averiguado da un vuelco a la historia oficial sobre el hombre de La Mancha...

“Miguel de Cervantes Saavedra procedía de una familia de judíos conversos originarios de Cervantes de Sanabria, en los Montes de León. La aldea de Cervantes es exactamente ‘ese lugar de la mancha de cuyo nombre...’  Este lugar está ubicado en lo que ahora es la provincia de Zamora –que en aquellos años no existía– y los suyos  se dedicaban a la comercialización del lino. Cervantes estudió con los jesuitas en Monterrey (Orense) y las localidades más significativas de los pasajes de Don Quijote están ubicadas, casi en su totalidad, en una zona que va de Sanabria a Benavente. Además,  lo de La Mancha lo introduce en una doble vertiente: como zona geográfica y en el término de mácula,  tras la que el propio escritor se parapetaba como cristiano nuevo”.

Así de rotundo se muestra en sus aseveraciones César Brandariz que quiere dejar claro, de entrada, que es de Madrid y que por Alcalá de Henares  “siente un especial afecto por razones personales”. Esta es la localidad en la que, hasta ahora, se supone que nació el autor de las Novelas Ejemplares y Don Quijote, pero Brandariz entiende que eso resulta objetivamente imposible mostrando una acumulación de pruebas, que para él  son “concluyentes”.

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Investigación
Su trabajo de investigación y su convencimiento, que  transmite con pasión, lo  ha compendiado en la obra Cervantes decodificado (“Las raíces verdaderas de Cervantes y de Don Quijote y los tópicos que las ocultan”), de la que dice: “Soy consciente de que no se puede resumir todo en un libro de poco más de 300 páginas, porque en realidad, aportando documentos y otros datos, se podría haber llegado a casi el doble...”

Este  madrileño se licenció en Ciencias Empresariales y Derecho, y amplió su formación en Milán, Londres y París. Posteriormente siguió cursos universitarios de Historia y Sociología. Trabajó en diversas compañías multinacionales e impartió clases de investigación y mercadotecnia en el ICADE y en el Instituto de Empresa de Madrid.

Pregunta: ¿Desde cuándo siente especial predilección por Cervantes?
Respuesta: Desde siempre. Hace siete años inicié una lectura más atenta. De Cervantes me  interesan su capacidad de observación y penetración, su modernidad de mente, su espontaneidad y frescura como narrador  y su sentido del humor.

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Efectivamente,  en el año 1999 ya escribió un libro breve que titulaba Reconstruyendo a Cervantes  que anunciaba, en cierta medida, lo que iba a ser esta obra por la que ya ha recibido ánimos y felicitaciones de dos de los más reconocidos estudiosos de la obra cervantina que existen en la actualidad, los expertos norteamericanos Daniel Eisenberg y  Krzysztof Sliwa.

P: ¿De dónde partió?
R: Como investigador me planteé empezar bajo dos hipótesis: una que no sabía nada de Cervantes  y otra que la única documentación de la que iba a disponer era exclusivamente su obra. Tomé infinidad de notas, busqué contrastar in situ los lugares que citaba en sus obras, más tarde analicé los documentos existentes, extraje conclusiones que cotejé con lo publicado por diversos autores.

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P: ¿Dónde le condujeron sus pesquisas?
R: Al releer La Galatea comprobé a través del análisis de consistencia del texto, que el Damon es un alter ego del escritor y no Pedro Laínez, como sostenía el especialista Luis Astrana Marín (1889-1959)  y que,  al igual que  otro alter ego de Cervantes, el cautivo de Don Quijote, también procedía de las “montañas de León”. En esas montañas de León existía un asentamiento de judíos  llamado Cervantes a quienes Felipe II concedió  exenciones por ser expertos en trabajar el lino con el que se hacían prendas para los soldados del ejército.

P: ¿Y entonces comienza a llamarle la atención una serie de hechos...?
R. Sí. En Pedro de Urdemalas y en  El rufián dichoso  se detallan costumbres inequívocas de Galicia, concretamente aparecen seis de la zona de Laza y Verín. A partir de ahí empiezan a casar una serie de referencias del Cervantes joven: estudiante pobre, de una zona de frío...

P:
¿Y deduce que estudió en esa zona?
R: Los estudiosos del tema están de acuerdo que realizó sus estudios con los jesuitas. Consulté archivos de los jesuitas y comprobé que unas veinte referencias contenidas en la obra de Cervantes confluyen hacia el Colegio de Monterrey. Pero además  el fundador de la dinastía de Monterrey se llamaba Rui Pérez de Biedma, exactamente igual que el personaje del cautivo de El Quijote...

P: También tiene sus explicaciones para el tema de la supuesta partida de nacimiento del escritor en Alcalá de Henares... 
R: Las explicaciones no están en mí sino en la propia partida. Es de 1547 y Cervantes  nace en 1549 como se deduce no solo del prólogo de las Novelas Ejemplares sino  también de otros cinco documentos que lo confirman.  No aparece Miguel, que se anota  al margen por otra persona, sino “un hijo de Rodrigo y de Doña Leonor” y un garabato poco legible apocopado, y solo se apocopaban los  nombres muy comunes y el apócope no se corresponde con Miguel, que tampoco era corriente en esa época en Alcalá de Henares y podría ser Juan. Tampoco existe el apellido Saavedra entre ninguno de los antecesores.

P: ¿Y de la segunda parte de la novela qué ha descubierto?
R: Que más de una veintena de capítulos están ambientados en las rutas de la lencería dentro de los antiguos territorios de los entonces condes-duques de Benavente, especialmente en la Merindad o Valle de Vidriales. Además,  muchos episodios que se adjudican en exclusiva a la imaginación del escritor son recreaciones de hechos reales ocurridos en esa zona. Tirso de Molina relata que Cervantes  contaba lo que ocurría a su alrededor y Pardo Bazán le llama “periodista a la moderna”. Yo coincido en parte con estos juicios.

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