Ya casi nadie discute, por ejemplo, que alguien jugó con la integridad del actual Presidente, que lo hizo con un propósito deliberado, y que de ese intento participaron autoridades civiles, militares y policiales. Pero sin duda que eso no fue todo.

Acostumbrados al escándalo político, corremos el riesgo de no comprender la importancia de que los oscuros sucesos de ese día se conozcan completamente. Nada le hace más daño a un régimen de libertad política que la incapacidad de sus instituciones y sus ciudadanos para defenderlo y para conseguir que se sancione a los agresores.

Preocupa de manera especial que los pocos jirones de verdad sobre este asunto no hayan visto la luz como resultado de una investigación del Congreso Nacional sino por discrepancias entre uniformados y por la valentía de ciertos oficiales. Es hora de enmendar el error. Aun con todas sus debilidades institucionales, le corresponde al Parlamento profundizar en el tema. Será una prueba difícil, tomando en cuenta su deterioro político, pero mucho peor sería que la función Legislativa evadiese su tarea fiscalizadora en un asunto de tanta trascendencia.