Los generales dicen ahora que es probable que Estados Unidos se quede atascado en Iraq por años, y circulan rumores sobre la posibilidad de una “derrota”.

¿Cómo es que Donald Rumsfeld sobrevive como secretario de Defensa? Gran parte de lo que le ha sucedido al ejército norteamericano durante su guardia ha sido catastrófico. En Iraq, más de 1.600 soldados estadounidenses han muerto y muchos miles más han quedado mutilados en una guerra que Rumsfeld manejó mal desde el principio y todavía no tiene ni idea de cómo ganar. Los generales dicen ahora que es probable que Estados Unidos se quede atascado en Iraq por años, y circulan rumores sobre la posibilidad de una “derrota”.

Por montones, los reclutas potenciales se mantienen alejados de las Fuerzas Armadas. La mayoría de estadounidenses no quiere tener que ver con la empresa desafortunada del gobierno en Iraq. Una mujer con dos hijos en edad universitaria de Connecticut me dijo recientemente: “¿Deberían mis muchachos morir en Bagdad? ¿Para qué?”.

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Los padres de costa a costa hacen lo imposible para disuadir a sus hijos de que no entren al ejército. Los reclutadores, desesperados y en muchos casos emocionalmente consternados por no haber logrado sus metas mensuales,  empezaron a abandonar los estándares de admisión y a enrolar individuos no aptos física, mental o moralmente para el servicio.

Los abusos se generalizaron tanto que el ejército suspendió el enlistamiento la semana pasada para que así los reclutadores pasaran el día volviendo a capacitarse en los estándares legales y éticos que deberían mantener. El Ejército está pasando por su año más difícil en cuestión de reclutamiento desde que el país se planteó un ejército solo de voluntarios en 1973.

El ejército pasó décadas reconstruyendo su reputación y volviéndose a ganar el respeto de la gran mayoría del pueblo estadounidense después de la debacle de Vietnam.
Bajo Rumsfeld, se está revirtiendo ese logro ganado a pulso. Invadió Iraq con muy pocas tropas mal entrenadas y equipadas en forma inadecuada. Ahora, las historias sobre soldados estadounidenses que murieron en el campo de batalla debido a la falta de blindaje protector ya se cuentan en todas partes.

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Al parecer, la insurgencia en Iraq tomó totalmente por sorpresa a Rumsfeld. Esperaba ganar la guerra por decreto. O, quizás, fue un pavoneo.

Ahora el ejército se encuentra en un aprieto. Muchos soldados han servido varios periodos en Iraq y están cansados. La insurgencia sigue siendo fuerte y el ejército iraquí ha demostrado ser un aliado decepcionante.

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Un alto funcionario estadounidense, citado la semana pasada en The New York Times, dijo que aunque aún cree en el éxito de la campaña en Iraq, esta podría llevar “muchos años”.

Como si todo esto no fuera suficiente, también está el asunto grotesco y profundamente vergonzoso que siempre será parte del legado de Rumsfeld: la forma en la que las tropas estadounidenses han tratado a los prisioneros bajo su control en Iraq, Afganistán y la Bahía de Guantánamo, en Cuba. Ya no queda ninguna duda que un gran número de soldados responsables de custodiar e interrogar detenidos perdieron de alguna forma su amarre con lo humano y empezaron a comportarse como sádicos, pervertidos y criminales.

El catálogo de atrocidades confirmadas es enorme. Hay que considerar un solo párrafo del artículo largo y horrendo de The Times por Tim Golden sobre la tortura y las muertes brutales de dos internos afganos a manos de tropas estadounidenses: “Soldados describieron a una interrogadora pisando el cuello de un detenido postrado y pateando a otro en los genitales. Contaron de un prisionero esposado que fue obligado a rodarse de un lado para otro en el piso de una celda para besar las botas de sus dos interrogadores. Hicieron que otro prisionero más sacara tapas de plástico de un tambor con excremento y agua para ablandarlo para el interrogatorio”.

Ni las tropas ni el público estadounidense adhirieron a una guerra en Iraq que duraría muchos años. Y no puedo creer que haya muchos estadounidenses que quisieran que su ejército fuera mancillado con la conducta desvergonzada del equipo de tortura.

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Las tropas que hacen su trabajo con honestidad y diligencia y que combaten valientemente cuando tienen que hacerlo, han sido traicionadas por los líderes que alentaron las conductas abusivas y permitieron que florecieran las atrocidades.

Rumsfeld ha conducido al ejército a un atolladero ruinoso, y no hay evidencia alguna de que sea capaz de encontrar una salida práctica.