Miles de amas de casa se quedaron sin combustible para cocinar, o debieron pagar un exagerado sobreprecio para conseguirlo.

Según versiones oficiales, el problema se originó por una paralización temporal de la refinería de Esmeraldas pero también por la actitud de varias empresas comercializadoras que se negaron durante varios días a recibir bombonas de la competencia. La Dirección Nacional de Hidrocarburos (DNH) intervino casi inmediatamente para conminar a esas empresas a cambiar de actitud, y con eso la situación comenzó a normalizarse. Habrá que esperar los próximos días para ver si no hay novedades en contrario.

Pero una duda queda flotando en el ambiente. La escasez artificial de combustibles y la especulación son graves atentados contra la seguridad interna. No es suficiente, por ende, con que el problema se haya superado. Las autoridades del ramo deben establecer quiénes fueron los responsables y, si es del caso, sancionarlo enérgicamente.
Las disposiciones sobre intercambio de bombonas no están allí para que cualquiera las desobedezca cuando le plazca y se generen graves problemas a los usuarios. Si el principio de autoridad está venido a menos, por favor no terminemos por sepultarlo.