Pasamos demasiado tiempo debatiendo entre nosotros y en realidad demasiado poco en ver a los ojos a los musulmanes árabes y decirles la verdad como la vemos. En parte esto se debe a que dependemos muchísimo de su petróleo, y los adictos nunca dicen la verdad.

El hecho de que el vocero de la Casa Blanca Scott McClellan pasara parte de la sesión informativa del martes pasado vilipendiando a Newsweek y diciéndole a sus editores que tenían una responsabilidad en “ayudar a reparar el daño” infligido a la posición de Estados Unidos en el mundo árabe musulmán, sin decir una sola palabra condenatoria contra quienes salieron y mataron a 16 personas en los disturbios de Afganistán relacionados con el artículo de Newsweek, explica en gran medida por qué en la actualidad batallamos para ganar la guerra de ideas en el mundo musulmán. Pasamos demasiado tiempo debatiendo entre nosotros y en realidad demasiado poco en ver a los ojos a los musulmanes árabes y decirles la verdad como la vemos.

En parte esto se debe a que dependemos muchísimo de su petróleo, y los adictos nunca dicen la verdad.

En parte también se debe a que tenemos miedo de decir la verdad porque equivocadamente creemos que estas personas son incapaces de un pensamiento racional y simplemente van a reaccionar en forma violenta.

En lugar de haber enviado a McClellan a flagelar a Newsweek, el presidente Bush debió haber dicho: “Permítaseme decir primero a todos los musulmanes que profanar el libro sagrado de quien sea, está absolutamente mal. Se investigarán estas acusaciones y se castigará cualquier comportamiento semejante. Esa es la forma en que nosotros los estadounidenses pretendemos mirarnos al espejo. Pero pensamos que el mundo árabe musulmán debe también mirarse al espejo cuando se trata de cómo se ha estado comportando hacia un crimen aún peor que la profanación de la palabra de Dios, y es la profanación de las creaciones de Dios. Como reacción a un artículo sin fundamento de Newsweek, los musulmanes asesinaron a otros 16 musulmanes en Afganistán, en unos disturbios, y nadie ha dicho nada, como si se tratara de una reacción totalmente lógica. Eso está mal.

“En Iraq, donde los musulmanes chiitas, curdos y sunnitas están batallando para construir un nuevo orden plural, otros musulmanes, diciendo que actúan en el nombre de Alá, están masacrando indiscriminadamente a la gente, sin una palabra de condena proveniente de los líderes musulmanes espirituales o políticos. No comprendo un concepto de lo sagrado que dice que un libro es más sagrado que una vida humana. Un libro santo, ya sea la Biblia o el Corán, solo es santo al grado en que modela la vida y la conducta humanas.

“Miren, es posible que Newsweek haya violado las reglas periodísticas, pero lo que están haciendo los terroristas yihadistas en Iraq y Afganistán –haciendo explotar musulmanes inocentes que batallan por construir una sociedad alterna a una dictadura– ciertamente destruye al Corán. Ellos son los enemigos verdaderos del islam porque están privando a los musulmanes de un futuro mejor. De lo que yo sé del islam, enseña que se muestra reverencia a Dios mostrando reverencia a sus creaciones, no solo a sus palabras. ¿Por qué sus líderes espirituales no dicen eso? Estoy preguntando porque quiero saber”.

Por fortuna, unos cuantos intelectuales árabes valientes, como Abderrahman Al-Rashed, han preguntado esas cosas. Cuando escribió el miércoles pasado en el periódico Asharq Al Awsat, dijo: “Cuando a miles en Afganistán les inquieta un reportaje en una revista que no les llega, escrito en un idioma que no hablan, los conduce a protestar en una forma sin precedentes en otros países islámicos que sí hablan inglés, vale la pena profundizar en el asunto: nos dice más sobre los peligros de la propaganda y cómo grupos de oposición la explotan, que sobre los sentimientos populares espontáneos.

Hace unos días, un grupo de periodistas iraquíes sí fue a Jordania y se paró justo frente a columnistas y editores jordanos exigiendo saber por qué tratan a los masacradores musulmanes en Iraq como héroes de una guerra anticolonial. Ya cambió el tono. Esa es la guerra de ideas.

El mayor respeto que podemos mostrar hacia los árabes y musulmanes –y la mejor forma de ayudar a los musulmanes progresistas a ganar la guerra de ideas– es tomándolos muy en serio y dejar de rascarnos el ombligo. Eso significa, exigir que respondan por sus mentiras, hipocresía y conducta profana, justo en la misma forma en la que nosotros debemos responder por las nuestras.

© The New York Times News Service.