El mayor oleoducto del mundo, que por primera vez llevará crudo directamente del Mar Caspio al Mediterráneo, fue inaugurado ayer conjuntamente por los presidentes de Azerbaiyán, de Georgia y de Turquía.

Los mandatarios abrieron simbólicamente las válvulas del oleoducto Bakú-Tiflis-Ceyhan, de 1.760 kilómetros, que crea una nueva vía para transportar el petróleo del mar Caspio hacia los mercados occidentales, desde Azerbaiyán, pasando por Georgia y Turquía.

Se estima que el Mar Caspio posee las terceras reservas de crudo del mundo. Su petróleo es liviano y de gran calidad, pero hasta ahora solo podía exportarse a través de oleoductos rusos.

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Pero ambientalistas protestan que el mega oleoducto tendrá un impacto negativo en la ecología de la región.

Zona clave para EE.UU.
El oleoducto es, según analistas, la mayor apuesta de los países occidentales para limitar su dependencia del crudo de Rusia y del inestable Medio Oriente, el mayor proveedor de petróleo actualmente.

Según los analistas, es además una muy clara razón para que Washington tenga un interés clave en la estabilidad del Cáucaso, región considerada políticamente volátil e inestable, entre otros factores por la impopularidad del gobierno de Azerbaiyán y la incertidumbre sobre el futuro político de Georgia.

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Nick Childs, analista de la BBC, afirma que el oleoducto “prueba que el interés de Occidente en la región del Mar Caspio cambia, no solo por la ‘guerra contra el terror’ del presidente de EE.UU., George W. Bush, sino por la creciente competencia por asegurar nuevas fuentes de energía.