De visita en Londres, el escritor chileno Antonio Skármeta respondió este martes las preguntas de los lectores de BBC Mundo.

Premio Planeta 2003, Skármeta es el autor, entre otras obras, de las novelas "Ardiente Paciencia" (llevada al cine como "El cartero") y la más reciente "El baile de la victoria".

Lea la entrevista interactiva, moderada por Juan Carlos Pérez Salazar de la BBC.

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¿Cómo se forjó su vocación literaria? ¿Fue desde niño, tuvo problemas, dudas, crisis? (Carlos, Caracas, Venezuela)

Supe desde niño que quería ser escritor, fue en Buenos Aires, mi familia había emigrado de Chile a Buenos Aires y en los primeros días me sentí bastante solitario en el barrio, veía como los demás niños jugaban al fútbol y con figuritas.

Mi acento chileno fue objeto de muchas bromas, al principio fui bastante sensible a esas bromas y me mantuve apartado.

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Cuando me aparté del grupo mi única distracción era leer, así que leí mucho, mucha poesía, cuentos de todo tipo, novelas, tenía nueve o diez años, y de eso, de leer mucho a escribir hay un paso.

¿Por eso en su experiencia literaria inicial se puede hablar de ruptura y soledad?

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Exactamente, es la motivación primera para comenzar a escribir. Si no podía tener en esos momentos amigos reales, tenía que crearme los ficticios.

Esto fue una etapa transitoria porque después desemboqué plenamente en la vida de barrio de Buenos Aires, en Belgrano.

El tiempo que pasé allí entre los nueve y los 12 años fue el más feliz de mi vida. Cuando fui arrancado de allí sufrí enormemente, porque de la vida de barrio de Buenos Aires volvimos a Santiago y nos fuimos a vivir al centro, y no hay nada más anónimo que el centro de una ciudad.

¿Pero siguió con el gusanito de la escritura?

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De ahí en adelante con la disciplina ya inmediata y con 13 años ya ingreso a lo que pomposamente se llamaba la Academia de Letras del liceo y esto no era nada más que un grupo de chicos rebeldes despeinados, muy interesados en seducir a las colegialas del liceo de enfrente, que nos reuníamos todos los miércoles por la noche a leernos lo que habíamos escrito.

De ahí desembocábamos en algún local a tomar lo que decíamos era un refresco pero en realidad era una cerveza.

Allí conversábamos con las chicas y comenzábamos nuestros primeros idilios.

Según su experiencia, ¿cuáles son los obstáculos fundamentales de alguien que se quiere iniciar en la literatura? (José, Caracas, Venezuela)

Si tiene la convicción de que tiene talento, si tiene la pasión de la literatura, yo no veo ningun obstáculo.

Una cosa es la etapa de la escritura donde no hay nada que refrene esa pasión, salvo superar esta convicción que muchos escritores tienen, porque son muy sensibles y tienden a ver la vida en una forma negativa, de que escribir no tiene sentido por dos motivos:

Porque la vida es muy áspera y segundo porque ya han sido escritas tantas obras maestras que no vale la pena que uno intente una obra modesta.

Estas son inhibiciones del tipo personal. Ahora, la vocación de un escritor, la vocación real es demasiado fuerte y se impone sobre todas estas consideraciones.

Luego viene la segunda etapa, que es en el momento en que uno está convencido de que tiene una obra original, que merece ser comunicada, que es encontrar un editor que esté de acuerdo con eso. Esa ya es una etapa material y complicada.

Yo diría que esos son los tropiezos con que se topa un escritor joven.

¿Cuáles serían las recomendaciones a los escritores jóvenes para que sus trabajos tengan ese sabor que usted ha logrado imprimirle a sus obras, como por ejemplo esa estupenda joya que es "Ardiente Paciencia". (Antonio Ramírez Caro, Colombia)

No soy muy partidario de dar consejos de ningún tipo a nadie, en este caso como la pregunta va referida directamente a una experiencia personal; hay algo que yo aprecio en los escritores jóvenes que leo, que yo creo que determina también el carácter original de mi literatura en sus comienzos.

Es una tensión entre lo que podríamos llamar tradición y espontaneidad, entre cultura y subcultura.

La subcultura viene de nuestra vida cotidiana, de nuestra propia experiencia única e intransferible que cada uno tiene en el tiempo que vive, y hay que asumir también toda la cultura universal y poner en tensión estas dos cosas.

Lo que yo vivo día a día y esta cultura que he recibido como herencia y que merece ser renovada, revitalizada, intervenida -yo uso una palabra un poco áspera para definir mi intento y también el de mi generación- esta cultura que merece ser bastardeada para recuperar su frescura y su vitalidad.

A usted le interesa mucho el tema de la tensión entre el individuo y la sociedad, cómo el individuo es arrastrado por las fuerzas de la historia. ¿Viene eso de la experiencia en Chile?

De la experiencia en Chile y luego de mis lecturas y las experiencias en tantos otros países.

En general mis personajes no son héroes, son seres que quieren vivir una vida muy tranquila, que tienen aspiraciones muy menores, quieren profundizar sentimientos, amores, pero de pronto la historia y la historia más ruda golpea a sus puertas y tienen que tomar decisiones muy fuertes.

Hay un cambio político brusco, una pasión que los trastorna, una aventura que los saca del lar materno y los lleva a enfrentar y considerar otros territorios y allí tienen que hacerse de otra manera.

Y en este desafío de construirse a veces les va bien y a veces les va mal.

Es allí que mi literatura habitualmente combina tonos risueños con notas trágicas.

¿Qué mensaje de aliento daría usted a los escritores cubanos que cumplen años de sentencia, en ocasiones sólo por escribir un poema? (Eduardo Soto, México)

A mi me parece una atrocidad que a gente que escriba cualquier cosa, aunque sean escritos políticos insurreccionales contra un gobierno, los metan presos.

La grandeza de un gobierno es respetar la libertad de sus ciudadanos, me parece mal.

Usted tiene un programa de televisión sobre libros en Chile, que ha cosechado varios premios internacionales. Elsie Kuncar de Virginia, EE.UU., dice que tiene un hijo de cinco años y que quiere desarrollarle pasión por los libros. Le pide algún consejo.

Basado en mi experiencia personal hay que tener libros en la casa. Hay muchos padres que dicen mis hijos no leen, pero ellos mismos no lo hacen. Hay que tener libros en la casa.

Lo otro es que los libros tienen que circular como objetos cotidianos, como el pan, como el aceite, a la hora de la comida conviene que haya un libro arriba de la mesa y que el padre le diga a la madre, "fijate que leí hoy este párrafo" y que el chico o chica pueda pensar "¿y cómo termina esto?", hay que tirar anzuelos.

Lo peor es imponer la lectura, pero hay que crear un ambiente que la aliente.

Lo otro es que muchos chicos no admiten ser tratados como niños en los libros para ellos. Hay una tendencia en los escritores de libros infantiles en hacer más dulce o más mínimo su lenguaje, y eso no corresponde al lenguaje real que tienen los niños.

Creo que hay que unir el lenguaje claro, sencillo, pero adulto, en libros que puedan ser leídos por los niños, pero con inteligencia y no como temas que necesitan conducción.

¿Considera usted, como lo dijo Massimo Troisi en "El Cartero", que la poesía no es de quien la escribe sino de quien la necesita? (Juan Antonio Ruiz Romero, Pereira, Colombia)

No tomemos tan literalmente esta frase que tiene un sello de humor porque ello sería el fin de las agencias literarias.

La poesía es de quien la escribe pero en el momento en que la poesía se ejerce, en ese mismo momento el texto que ha creado otra persona adquiere una enorme plenitud.

A mi me interesa mucho en la literatura la comunicación. Creo que un texto que es entendido, interpretado y después actuado por alguien realza el impulso imaginario poético del autor y transforma al lector en una especie de coautor.

Entonces ésta es mi aspiración. Claro que el cartero, que es un tipo fresco que anda buscando poesía para seducir a la chica que quiere, interpreta todas estas cosas de derecho de autor a su manera.

Pero hay una frase del cartero que yo rescato especialmente, hay un momento en que le pide a Neruda un verso para seducir a Beatriz y Neruda se niega.

El cartero le reprocha: "Poeta, si usted se hace tanto lío por un simple verso, jamás va a ganar el premio Nobel de Literatura".

¿Usted por qué no ha escrito poesía?

Estimo que la poesía es un concentrado de tensión, de imágenes, de iluminaciones, que requiere un talento especial.

El contar historias implica otro tiempo, otro ritmo, otra familiaridad tal vez más cotidiana con el lector.

La poesía es una incursión muy profunda en la intimidad del poeta y en el lenguaje. Yo me veo como alguien que cuenta historias.

A mi también me gusta mucho el teatro, donde histriónicamente las palabras se hacen presentes y son casi como un personaje más.

Me gustan mucho las posibilidades de auto ironía, complicidad, que significa la prosa, porque es un lenguaje común con la gente que habla.

Todos estos intentos que hay en mi literatura de introducir ráfagas frescas de subcultura vienen mejor fundamentados en la prosa que en la poesía, aunque lo que yo más leo es poesía.

¿Qué otros escritores considera usted que han influido en su obra?

Latinoamericanos y para comenzar por Chile, Nicanor Parra, el poeta Jorge Teillier; de Perú evidentemente César Vallejo; me gusta mucho también la poesía de Gabriela Mistral; admiro bastante la poesía de Octavio Paz; momentos muy altos de los poemas de Ernesto Cardenal (Nicaragua); creo que lo que ha hecho con la vida cotidiana, lo elemental, los momentos de ternura que desembocan en hechos políticos que ha hecho el uruguayo Mario Benedetti, también me gusta bastante.

¿Si tuviera que mencionar una influencia primordial en su obra, sería capaz de rastrearla?

Sin ninguna duda. A mi me gustan los autores dramáticos y mi autor de cabecera es William Shakespeare, es quien más he leído y quien más me atrae.

¿Por qué? Porque en él la poesía tiene un gesto histriónico ordenado. Es decir, la poesía se hace drama.

Los personajes no solamente viven acciones sino que en su lenguaje se ven vivir las acciones y este lenguaje con el que hablan es como una doble vida.

Estoy viviendo y estoy viéndome vivir. Y ese histrionismo a mi me seduce también en la prosa. En mi prosa ese tipo de histrionismo toma la forma de ironía.

¿Qué consecuencias tuvo en su vida la consagración como escritor, el ser conocido mundialmente? (Jaime, Buenos Aires, Argentina)

Prácticamente ninguna. La confirmación de un camino que yo había seguido, mi camino en la literatura es un camino que yo estimo original, excéntrico, separado de cualquier moda, que ha alcanzado un universo de lectores fieles y que siguen mis textos.

El hecho de que se tenga algún premio significativo o reconocimiento no altera para nada esta vocación de seguir explorando y profundizando en un camino que a uno se le dio como artista, el éxito es un accidente del camino.

¿La película "El Cartero" le gustó? ¿O siente que traicionó al libro? (Claudia Sánchez, Toluca, México)

La película me gustó, no siento que haya traicionado el libro, creo que la película representa bien el espíritu y la letra del libro.

Lo que muchos lectores o espectadores protestan es por el hecho de que la acción haya sido trasladada de Chile a Italia, cosa que a mi no me importa porque en la poesía las cosas humanas suelen ser comunes en todos los países y en todas las culturas.

No me molesta eso. Lo que más le molesta a los lectores que les gusta mucho el libro, es el tipo de relación que tiene el cartero con Neruda, porque piensan que Neruda, que aparece en la película, a la larga termina de manera muy fría su relación con el cartero.

Frialdad que no notan en el libro, donde hasta el último momento hay una gran calidez. Neruda muere en los brazos del cartero.

Este final ha sido cambiado fuertemente en el filme y es menos emocional.

¿De qué forma concibe el arte en este mundo postmoderno? ¿Es la belleza todavía importante? ¿El arte todavía existe? ¿El hombre todavía cree que todo lo que lo rodea es arte? (Martha Ramírez Barba, Querétaro, México)

A veces son preguntas que un artista jamás se hace. Tenga sentido o no tenga sentido el arte, lo sigue haciendo.

La práctica de la vocación es compulsiva, no hay ningún artista que se pregunte esto. ¿Tiene sentido o no tiene sentido hacerlo? Es una pregunta, yo diría, que es externa al universo del artista.