La Asociación Cultural de Sordos de Guayaquil cumplirá mañana  un aniversario más de creación.

Es un combate entre el silencio y la expresión. Entre la discapacidad y la destreza. Entre la adversidad y las ganas. El ring: la vida diaria de quienes no oyen, pero hablan con las manos.

Es la cotidianidad de Arturo Cabrera, Julio Chérrez, Ángel Andrade, Israel Valencia, Isabel Suárez, Luis Rosendo, José Alaña, Sonia Ramírez, Eduardo Bolaños, Michel Palacios, Esther y David Pezo. Y de otros 38 integrantes de la Asociación Cultural de Sordos de Guayaquil (Asoculsor) que, debido a su discapacidad auditiva, deben batallar para educarse y trabajar.

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Y lo han hecho juntos, a través de esa asociación que mañana cumplirá 15 años y que hoy continúa dándoles fuerzas para cumplir sus metas.

Arturo Cabrera está convencido de ello. Es el fundador de Asoculsor y ha logrado que otros sordos de nacimiento, como él, aprendan el lenguaje de señas y puedan interpretar los diálogos hablados con la lectura de los labios.

Cada sábado, los miembros de la asociación tienen una cita obligatoria en la iglesia San Juan Bosco: se reúnen a intercambiar experiencias, a capacitar a otros sordos y a ayudarse a comprender algunas noticias de los diarios.

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A Arturo, comunicarse no le resulta del todo fácil a sus 38 años: gesticula, agita sus manos con rapidez, mueve los dedos casi sincronizadamente para deletrear palabras y frases, pero requiere de la ayuda de Raúl Salas, el único intérprete que colabora con la asociación, para que los invitados sepan lo que quiere decir.

Esa dificultad lo llevó a crear la asociación: “algunos sordos se sentían aislados, no entendían a sus profesores y en la comunidad les cerraban las puertas”, indica Cabrera a través de su intérprete.

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De hecho, en Guayaquil, pese a existir 7.129 personas con discapacidad auditiva y una incidencia del problema en el 0,36% de la población, solo existe una escuela de audición y lenguaje, que es gratuita y dirigida por el Municipio.

Eduardo Bolaños, de 25 años, y Esther Pezo, de 29, han sentido de cerca los problemas. Estudiaron en la escuela municipal de lenguaje, pero al asistir al colegio no lograban comprender a los maestros. Eduardo estuvo primero de oyente y Esther tenía que acudir con su madre, Teddy Segovia, para que le explicara.

Doña Teddy, como la conocen los integrantes del grupo, pasó dos veces por cada año de escuela para que Esther y su otro hijo, David Pezo, cursaran la secundaria.
“De cuarto tenía que pasar otra vez a primero. Ellos entendían, pero se les hacía muy difícil”.

Al final, todos se graduaron. Pero en la Universidad volvieron los inconvenientes y Esther, Eduardo, José Alaña y Michel Palacios, otros de sus compañeros, ingresaron a estudiar diseño gráfico con una intérprete: Maritza, la única de los hermanos Pezo que no padecía sordera. “Ella nos ayudaba, pero lamentablemente falleció. Tuvimos que seguir solos, con ayuda de otros compañeros”, cuenta Eduardo.

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Ahora los tres son diseñadores gráficos. Eduardo trabaja en el SRI (Servicio de Rentas Internas), con otros dos amigos sordos, y Esther labora en un almacén de bordado.

Pero la lucha sigue porque otros jóvenes, como Raúl Barquín, José Cabezas, Lisbeth Camacho, Jonathan Pincay no consiguen trabajo o una buena remuneración. Sigue contra el aislamiento y el silencio.

ACTIVIDADES

Jornada deportiva
El próximo sábado 28 de mayo la Asociación Cultural de Sordos realizará una jornada deportiva con la participación de otras asociaciones. En este evento los asistentes demostrarán sus destrezas en juegos de indor, volley,  cartas y ajedrez. Esta actividad tendrá lugar en el  Club de Aviación Civil a partir de las 09h00.

Fiesta y premiación
Esa misma noche, a las 21h30, se entregarán los diplomas a los ganadores de las actividades deportivas efectuadas en la mañana, seguido de una fiesta de celebración en Esmeraldas y Gómez Rendón.