Rosario Parra ha dejado de llorar. Ahora su lucha es asimilar la realidad cotidiana: Julio García ya no está y hay que acostumbrarse a su ausencia. Tiene que cumplir dos tareas, ser padre y madre a la vez.

El recuerdo de la tarde y noche del 19 de abril se mantiene vigente. A las 16h45, Julio García, Rosario Parra y sus hijas, Sisa Isadora (9 años) y Samy Elena (4 años) salieron de La Floresta y fueron a la Cruz del Papa. Como ‘forajidos’ no podían faltar a la marcha. Julio se dedicó a lo suyo: tomar fotos, mientras Rosario y las niñas leían las pancartas y se divertían. A las 19h15, en la Colón y Amazonas, decidieron separarse. Rosario y las niñas retornaron a casa, mientras Julio siguió en la manifestación, que esa noche alcanzó las 50.000 personas.
Dos horas después él no resistió los gases lacrimógenos de la represión a los ‘forajidos’ y murió.

El miércoles 20 de abril fue un día raro para los García Parra. La ciudad estaba convulsionada, caía el gobierno de Lucio Gutiérrez, y Julio, quien debía estar captando la rebelión, descansaba dentro de un cofre mortuorio. Rosario no aceptaba que su ‘forajido’ estuviera quieto, sin contarle los hechos más destacados de la revuelta ciudadana.

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Rosario y Julio vivían el día a día. Él hacía fotografías y filmaciones para el Fondo Ecuatoriano Populorum Progreso (FEPP), una organización no gubernamental dedicada a proyectos sociales, y Rosario era guionista.
Estaban por elaborar documentales sobre temas ecológicos para estudiantes de escuelas y colegios.

Su trabajo les permitía vivir dignamente, aunque a veces la situación económica se complicaba por la falta de trabajo.

Julio (57 años) y Rosario (42 años) habían vivido juntos durante los últimos 12 años. Para ella fue tiempo de aprendizaje de un hombre extraordinario.

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Julio era abierto, sincero y buen conversador, dice. Se exilió en el Ecuador hace 30 años. Vino de Chile con su corazón herido por la dictadura de Augusto Pinochet. Esa experiencia le hizo rebelde a todo tipo de opresión y en Ecuador murió en su espacio: luchando junto a los ‘forajidos’.