Esta zona, al sur de la ciudad, tiene dos realidades: la de los bloques, descuidados en sus alrededores, y la de las casas, con obras municipales.

Una moto con dos policías del PAI del Centenario recorrían el mediodía de ayer por los exteriores de la iglesia San Pablo Apóstol de La Saiba.

Sin embargo, la queja común de los habitantes de esta ciudadela es el incremento de la delincuencia, en especial el robo de vehículos, y secuestros tipo ‘express’.

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Pese a que lo que se siente en el día es tranquilidad y silencio, existe el contraste con el relato de las familias que allí viven. 

Rocío Falquez, quien habita hace casi dos meses en uno de los bloques de esta ciudadela, cuenta que aunque tiene pocos días en el sector ya busca la forma de cambiarse rápidamente por el temor de convertirse en víctima de la  delincuencia.

Los delitos son la principal preocupación de la zona. Pero hay otras realidades.
Caminar en ella muestra el contraste en las dos zonas del sector: los bloques y las casas individuales.

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En los bloques, que ocupan tres cuadras, mayoritariamente se ve descuido en las áreas de recreación.

Entre los juegos infantiles y el paso de los peatones, la maleza está muy crecida y hay acumulación de hojas  secas y basura.

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“Por las noches hay hasta  ratas muy grandes entre la basura y el monte”, señala Nora Vera, moradora del sector.

Esta realidad no se repite en la zona donde están las casas de la urbanización. Allí, los parques están regenerados,  tienen cerramientos, áreas de recreación y juegos infantiles, y las plantas están debidamente podadas y sin malezas.

Uno de ellos es el parque El Niño, que se ubica frente al colegio International School. Además de tener juegos infantiles, cuenta con una plazoleta. Alrededor de ella se reúnen niños y jóvenes cuando salen del colegio para practicar deportes.

En horas de la tarde se ve a los padres con sus niños en  quimonos para practicar artes marciales en una academia ubicada en el área.

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La Saiba limita entre las calles Domingo Comín, José de la Cuadra, Av. José Vicente Trujillo y Av. Veinticinco de Julio.

Problemas por ruido
Amy Peralta  tiene 27 años, de los cuales 26 ha vivido en su casa ubicada en la manzana G, frente las conocidas “canchitas” de La Saiba.

Según  cuenta, personas de la zona y otros sectores juegan, especialmente en las noches y fines de semana, indor o volei, lo que a algunos genera molestias por la bulla.

“En ocasiones la gente juega hasta la una de la mañana, pero nosotros ya nos acostumbramos, no nos molesta, pero tenemos vecinos a los que sí les causa molestias el ruido que hacen”.

Los padres de Amy (familia Peralta - Alarcón) adquirieron el terreno donde hoy se asienta su vivienda a finales de los años setenta.

En ese sector mayoritariamente se vendieron terrenos baldíos, comenta Amy. 

En ese mismo lugar en que se reúnen jóvenes y adultos a jugar en las noches, en la mañana (desde las 06h00), se observa el entrenamiento de  perros de diversas razas que pertenecen a las familias de la ciudadela y las otras con las que limita: Los Almendros y Villamil.

Carol Hidrovo es otra moradora de La Saiba. Ella vive allí hace varios años, sus padres compraron su casa hace más de veinte años y opina que no se  sentiría bien alejada de la zona. Ella hizo sus amigos en el sitio y aparte, no obstante la delincuencia que hay en el lugar, ya está acostumbrada a su entorno.

Carol recuerda varios robos en las manzanas circundantes, algo ya cotidiano para los moradores.

 “En mi casa no lo han hecho en todo este tiempo, solo pedimos más seguridad porque en las noches esto sí es peligroso. En la avenida principal (Dolores Sucre) hace unos meses dejaron a unos amigos sin zapatos”.