Eran las 08h00 del miércoles 20 de abril cuando Ivonne Baki, ministra de Comercio Exterior, y Mauricio Pozo, ex ministro de Economía, acudieron a la residencia de la embajadora de Estados Unidos en Ecuador, Kristie Kenney, a un desayuno.

La cita había sido acordada con Pozo, a quien el gobierno de EE.UU. ya le había dado el beneplácito para que fuera embajador ecuatoriano en Washington, aunque el presidente Lucio Gutiérrez nunca llegó a firmar el decreto para designarlo –por la crisis política–. Para Baki el encuentro fue de improviso, pues ella acababa de bajarse del avión que la traía de Ginebra y horas después tenía planeado irse a Lima, donde se realizaba la novena ronda de negociaciones del Tratado de Libre Comercio.

El desayuno, que duró más o menos una hora, se convirtió en una conversación sobre lo peligroso de la situación política y lo apremiante de una rectificación por parte de Gutiérrez. Mientras charlaban, llamó Faisal Baki para saludar a su madre, y a él se le ocurrió la idea de que, además, Gutiérrez tenía que pedirle disculpas públicas al Ecuador.

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Decididos, con esta sugerencia, llamaron al Mandatario, quien acordó recibirlos sin que ningún otro funcionario estuviera presente, y los tres se encaminaron a Carondelet, en el carro de Baki.

Los guardaespaldas les iban abriendo paso en cada barricada del Centro Histórico, protegido para evitar que los autodenominados ‘forajidos’ llegaran al sitio con su grito de ¡fuera Lucio! Finalmente, los funcionarios lograron entrar por la cochera. Antes de ingresar le hicieron la broma a Pozo: ¡Cambia de cara! Y es que de los tres, el ex ministro era el más pesimista, seguramente porque él sí había presenciado la caída de Abdalá Bucaram y Jamil Mahuad.

En la residencia presidencial los esperaba un Gutiérrez tranquilo, que acababa de dar una entrevista a la televisión española. Él estaba convencido del argumento de algunos de sus allegados que le aseguraban que los problemas solo eran en Quito y que el resto del país estaba en calma; aunque abierto a reconocer sus errores. La idea era convencer a Gutiérrez de que hiciera algo drástico para cambiar los acontecimientos. Pozo le recomendó que forzara la salida de Bucaram del país, porque eso calmaría los ánimos.

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Kenney le dijo que necesitaba hablar con los ‘forajidos’, que preparara un mensaje en una cadena nacional dirigiéndose a ellos e invitándolos a un diálogo, pero dando una señal pública de rectificación.

Otras recomendaciones fueron que separara a Bolívar González de la Subsecretaría de Bienestar Social y que la imagen de Óscar Ayerve, ministro de Gobierno, tampoco era beneficiosa para el régimen, por lo que debería cambiar el gabinete. También que resolviera los dos pedidos de Guayaquil: la seguridad y el convenio con el IESS.

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Incluso se le dijo que pidiera, en una rueda de prensa o en una cadena, perdón o disculpas públicas por los errores del régimen.

Mientras dialogaban, hacia las 10h00, entró el secretario de la Presidencia, Carlos Pólit, con su celular. Este había llamado al concejal de Quito, Pablo Ponce (ID), para conversar sobre la situación.

En ese momento, Ponce estaba en El Trébol (en la salida sureste de Quito) en franca “resistencia cívica”, defendiendo a la ciudad de los afuereños, llegados en buses con machetes y palos para proteger al gobierno de  Gutiérrez.

El concejal, un poco exaltado y quien no sabía de la reunión, calificó al régimen de irresponsable por querer provocar un enfrentamiento entre ecuatorianos, y pidió que se evacuara a los afuereños porque podría haber una matanza. La respuesta de Pólit fue que estaba cerca de Gutiérrez y que le iba a transmitir este pedido.

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En ningún momento se planteó un golpe de Estado para que Gutiérrez asumiera más poderes, ni que saliera de Carondelet a otra dependencia u otra ciudad, ni se le anunció que el gobierno estadounidense le había quitado su respaldo. Unos más preocupados que otros, todavía creían que la situación aún podría revertirse.
Sin embargo y pese a las sugerencias, después de poco más de una hora de conversación, Gutiérrez no escuchó y se mantuvo fiel a su argumento de que el problema era solo en Quito y de que la situación estaba controlada. Un poco descorazonados salieron de la reunión, y en ese momento entraron Ayerve y Gilmar Gutiérrez a hablar con el Presidente.

Kenney y Pozo se embarcaron en el vehículo de la diplomática hacia las 10h30. Baki se quedó ahí todavía para ver si se hacía algún anuncio, pero luego también se fue porque iba a recoger su equipaje para seguir rumbo a Lima.

Después de dejar a Kenney en la Embajada, Pozo siguió hasta la residencia para tomar su vehículo e irse a su oficina. La embajadora, en cambio, se reunió con sus agregados para contarles lo que sucedió, pensando que todavía había tiempo para rectificaciones.

Pasaron más de dos horas pero no hubo ningún anuncio desde Carondelet.
Solo a las 13h10, Ayerve hizo algunas declaraciones como las que le habían sugerido al Presidente en la mañana. Pero ya era tarde, casi al mismo tiempo, el Congreso Nacional había destituido a Gutiérrez y las Fuerzas Armadas le habían quitado su respaldo públicamente. Ahí se esfumaron las esperanzas de una rectificación y de que se mantuviera el gobierno elegido en el 2002 para un periodo de cuatro años.