En términos generales, autonomía es sinónimo de autogobierno. Cuando ese término lo referimos al profundo y ancestral anhelo guayaquileño del autogobierno dentro de la unidad nacional ecuatoriana, tenemos ya un esbozo del “qué”. Algo sustancial a partir de lo cual hemos de partir para ir trazando, coloreando, perfeccionando el cuadro. Pero esto no se puede hacer sin lápices, pinceles y pinturas, es decir, sin medios. Ni, sobre todo, sin una técnica apropiada para plasmar la obra de arte en la realidad. Esos medios y esa técnica son el “cómo”.

¿Qué y cómo hicieron, por ejemplo, los norteamericanos? Ellos tuvieron el anhelo de formar una gran nación y no quedar fragmentados en pequeños estados soberanos, como podrían haber permanecido las trece colonias inicialmente independientes. Ese “qué” lo plasmaron en la realidad mediante un “cómo” que por primera vez se dio en el mundo: los Estados Unidos, con un gobierno federal central firme y fuerte, representante y aglutinante de una única nación independiente y soberana, integrada además por múltiples gobiernos territoriales autónomos política y administrativamente descentralizados de un modo peculiar.

Ese “qué” y ese “cómo” se dieron en un marco histórico irrepetible, dentro de unas realidades y un modo de ser “a la norteamericana”, con un esquema que no puede ni debe ser calcado. Esquema que, sin embargo, ha servido de inspiración a otros pueblos que modernamente conscientes del innegable éxito del modelo y coincidentes con el lema del escudo norteamericano: E plúribus unum (la unidad en la diversidad), se han construido trajes constitucionales y legales políticos y administrativos no idénticos pero parecidos a aquel, con tonalidades propias y “a la medida” de cada cual.

Tal el caso de la actual República Federal de Alemania, inspirada en el modelo norteamericano y en el principio de “la unida en la diversidad”, pero adaptados y ajustados a su propia realidad. Por eso en la moderna Alemania, además de los landers (territorios) autónomos, política y administrativamente descentralizados del gobierno federal central, se ha dado lugar también, considerando sus peculiaridades, a dos especies de ciudades-estado, Hamburgo y Bremen, descentralizadas de un modo similar al de los landers. Algo que me parece muy sugerente e inspirador dentro de la cuestión autonómica que debatimos en Ecuador, especialmente desde Guayaquil.

Pues bien, para la construcción del peculiar sistema de autonomías plasmado en la España moderna, la inspiración les llegó a sus constructores contemplando la actual Alemania. Así nos lo dijeron los expositores españoles en el excelente seminario sobre ‘Autonomías y Descentralización’ que acaba de organizar en Guayaquil Goberna & Derecho, el centro de estudios de gobierno y derecho público que plausiblemente dirige el doctor Joffre Campaña Mora.

Sin embargo, es patente que aquella inspiración del modelo alemán no desembocó en copia ni calco en España, pues esta, que antes era unitaria, sigue siendo unitaria y no federal, pero ahora ya no está férreamente centralizada sino política y administrativamente descentralizada, con sus peculiaridades y a su manera, tras un largo, bien pensado y complejo proceso que sigue perfeccionándose.

Ojalá estas y otras experiencias y reflexiones sirvan para plasmar nuestras autonomías “a la ecuatoriana” y, como dijo el alcalde Jaime Nebot en la clausura del referido seminario, “a la guayaquileña” (quizás, digo yo, con un Guayaquil autónomo, como lo son Hamburgo y Bremen), con las peculiaridades y las complejidades de la mejor descentralización política y administrativa posible, en un proceso dinámico, expansible y siempre perfeccionable.