Pero hay una condición para que una estrategia así funcione: asegurarnos primero de que no existan agujeros negros, como Petroecuador, Pacifictel o la Refinería de Esmeraldas, que todo lo devoran y casi nada devuelven. Si el régimen desea invertir recursos allí, el primer paso debió ser una limpieza radical y enérgica para acabar con la corrupción y la ineficiencia, y eso es algo que ni siquiera ha comenzado a verse.

Qué bien que el nuevo Gobierno haya pensado en nuevos esquemas económicos.
El país está cansado de esa combinación de rigidez macroeconómica y escasa sensibilidad social. Pero las ideas nuevas deben asentarse en sólidos cimientos para que no fracasen. De lo contrario, generarán oposición, como ya está ocurriendo.

Los jubilados rechazan la posibilidad de que su dinero acabe en una cueva de ladrones, y deben ser escuchados. Nadie entrega su dinero sin una garantía a cambio, y en el caso del petróleo por ahora nadie está en condiciones de asegurarle a los jubilados que esa garantía existe.