Con la mirada fija en los zapatos plateados cuyo ingenioso taco camuflado hacían "flotar" a la reina de la salsa Celia Cruz en el escenario, una cubana negra de 35 años contiene la emoción al ver y escuchar por primera vez en un museo de Washington lo que está prohibido en su país.
 
Todo brilla en la primera exposición sobre la vida y música de la coquetísima diva negra montada por el museo nacional de historia estadounidense  del Smithsonian: turbantes con plumas y lentejuelas, pelucas con cascadas de  rulos platinados y gigantescos "afros", batas cubanas (vestido de rumba) de  innumerables volados y miles de pedrerías bordadas.
 
Olga Lidia Echeverría, que llegó de Cuba hace unos meses para radicarse en San Francisco y está en Washington de vacaciones, no da crédito a sus ojos.
 
"Esto lo veo por primera vez. Estoy impresionada, fascinada. Esto es algo  muy grande", cuenta en el primer día de la exhibición, mientras su  novio argentino le saca fotos junto a cada vestido e imagen de "la reina", que  trabajó sin parar hasta que falleció de cáncer a los 77 años, el 16 de julio de 2003.
 
Su música jamás es transmitida por la radio o la televisión cubana, dice Olga, que supo de la diva por cuentos de sus padres y gracias a una tía que vive en Nueva York, que le envió discos y videos de sus masivos funerales en Nueva York y Miami, donde hasta hubo pausas para permitir cambios de  vestuario.
 
"Me da una pena que mi familia no pueda ver esto, que mi mami, mi papi, que siempre hablaron tan bien de Celia, no puedan verlo. Ella era increíble, y lo  sigue siendo, da igual que esté muerta", afirma.
 
Ursula Hilaria Celia Caridad Cruz Alfonso nació en La Habana en 1925. Según su abuela Dolores, aprendió a cantar antes de hablar.
 
La retrospectiva del Smithsonian es pequeña pero abarca su carrera de seis  décadas, incluida su partida de Cuba en 1960, seis meses después del triunfo de la revolución, su corta estadía en México y su radicación en 1961 en Estados  Unidos, donde se casó al año siguiente con el músico cubano Pedro Knight, con quien permaneció hasta el día de su muerte.
 
La muestra no explica por qué se fue de Cuba, pero recuerda que una de sus  mayores tristezas fue no poder acudir al funeral de su madre, "Ollita", en 1962  porque el gobierno de Fidel Castro no se lo permitió.
 
"Gracias a Dios Ollita descansó. Espero tengas valor. Se hizo todo por ella. Te quiere, tu familia", lee el telegrama que le envió su prima Nenita   para comunicarle la muerte de su madre.
 
La bata cubana que portó el 20 de mayo de 2001 en un concierto en Miami  para celebrar la independencia de la isla también integra la muestra. Es la  bandera de Cuba ceñida al cuerpo, con la estrella en el pecho y volados tricolores en las mangas y desde la rodilla al piso.
 
En un documental de 12 minutos con viejas entrevistas a Celia y nuevos  testimonios de amigos y colegas, la conductora de televisión Cristina Saralegui  cuenta que tras una entrevista la dejó boquiabierta al colocarse en el medio de una muchedumbre de fanáticos y comenzar a gritar "¡Tócame, tócame, tócame!".
 
"¡Me quieren tocar para ver si soy de verdad!", explicó luego Celia entre  risas.
 
Las fundas de sus primeros LP, la docena de estatuillas de santos que le  acompañaron en cada gira, su famoso vestido "guayabera" y su libreta de  matrimonio también están allí.
 
Cruz señaló en otra entrevista que quisiera ser recordada como una persona "muy alegre, dicharachera, feliz". "¡Y muy buena de todo, con mucha azúcar!", lanzó finalmente sin aguantar las carcajadas.
 
En el documental se despide cantando la canción de cuna "Lacho", explicando que nunca pudo ser madre porque "Dios no quiso".
 
"Celia Cruz representa ese ánimo que tenemos casi todos los cubanos: en  todo momento, da igual cuán duro sea, tenés la mente positiva", reflexiona Olga.