Hace pocos días, una estudiante fue muerta por un compañero al interior de su colegio en nuestra ciudad. Somos uno de los países con más accidentes de tránsito en el mundo. La violencia juvenil representada en pandillas juveniles, actos de violencia y el irrespeto constante a las normas nos demuestran que a los actuales jóvenes y adultos no se nos ha educado para enfrentar de forma efectiva la creciente violencia, la gravedad de las tensiones sociales, ni los conflictos polarizados caracterizados por el exacerbado individualismo. Y esto ocurre tanto a nivel mundial como nacional y local, pues así lo confirman los medios de difusión.

Es evidente, entonces, que la educación tradicional es insuficiente para enfrentar los desafíos del presente y futuro. Sin embargo, el mundo reconoce la importancia de la educación como la base del progreso y los padres de familia comparten esta visión, haciendo todo el esfuerzo a su alcance para dar a sus hijos la mejor educación posible.

Hoy más que nunca, construir la convivencia armónica constituye una necesidad, y un compromiso de todos con el presente y el futuro de la humanidad. Esta nueva forma de pensar debe conducir a un cambio en la enseñanza, donde el estudiante pueda analizar los beneficios y utilidad de aprender algo, que vayan más lejos de su beneficio personal, hacia descubrir cuánto sus nuevos conocimientos pueden contribuir a un mundo más justo y solidario.

En esta forma de concebir la educación desde la convivencia armónica, los estudiantes van tomando conciencia de que los conflictos entre la ciencia y la realidad no siempre pueden resolverse con la celeridad que se requiere; aprenden que la realidad es compleja y demanda entenderla desde diferentes ámbitos; proponen alternativas de consenso que garanticen su aceptación, buscando alternativas para la acción; negocian acuerdos de interés común basados en la solidaridad, la justicia y el respeto hacia todos los ámbitos de la vida.

Pero para que esto sea realmente efectivo, la convivencia armónica debe incorporar todos los aspectos del convivir de los estudiantes: sus experiencias, sus conocimientos previos, sus preocupaciones. Esto les proporciona significado a su vida y a su identidad, sin que por ello se deje de integrar los aportes de las diferentes ciencias y de los diferentes escenarios democráticos que deben irse impulsando en la educación, concebida desde el diálogo y el reconocimiento y no desde la represión, el rechazo y el castigo.

Así lo han entendido algunos países europeos como España, que mirando la situación actual en la enseñanza, están trabajando este nuevo sentido en la educación desde la convivencia armónica, sin dejar de alcanzar, al mismo tiempo, un alto nivel educativo, gracias al impulso solidario que ha recibido de la Unión Europea.

Una educación así entendida compromete a todos los responsables de la educación con la transformación de la realidad, en la que todos podemos y debemos participar. Al fin y al cabo, el mundo es nuestro y de nosotros depende su futuro.

*Coordinadora Académica del Colegio Ágora.