El ministro de Relaciones Exteriores de la  República Islámica de Irán, Kamal Jarazi, efectuó este martes una visita  histórica a Iraq, donde los chiítas dirigen tras su victoria en las elecciones  de enero.
 
Esta primera visita de un dirigente iraní a Iraq desde la caída, en abril  de 2003, del régimen de Saddam Hussein, que libró una guerra de ocho años con  su vecino chiíta entre 1980 y 1988, busca dejar atrás ese sangriento  conflicto.
 
Jarazi será recibido por el presidente iraquí, el kurdo Jalal Talabani, y  se entrevistará con el primer ministro, Ibrahim al Jaafari, un político chiíta  que pasó un largo exilio en Irán durante el régimen de Saddam Hussein.
 
Al anunciar la visita el lunes, el canciller iraquí, el kurdo Hoshyar  Zebari, dijo que con su homólogo iraní examinarían "numerosos temas,  incluidos la no injerencia, la cooperación, la economía y el cierre del asunto  de la guerra".
 
El portavoz del gobierno, Leith Kubba, negó ante la prensa cualquier  vínculo entre la visita de Jarazi y la de la secretaria de Estado norteamericana Condoleezza Rice, que el domingo estuvo en Iraq para abogar por  una alternativa política a la violencia, con la idea de hacer participar a los  sunitas en el proceso político dominado por los chiítas.
 
Irán, chiíta en un 90%, vio con buenos ojos la victoria de los miembros de  esta comunidad mayoritaria en Iraq en las elecciones del 30 de enero.
 
Al mismo tiempo, dirigentes sunitas árabes como el rey Abdalá II de  Jordania expresaban su temor de ver emerger un eje chiíta en la región.
 
El presidente iraní, Mohamed Jatami, expresó su "satisfacción" tras la  formación del gobierno Jaafari el 28 de abril y propuso ayudar a Iraq en los  ámbitos económico y político, así como en la reconstrucción.
 
"El período que atraviesan el pueblo y el gobierno iraquíes es vital y  requiere vigilancia y preservación de la unidad nacional", escribió entonces  Jatami en un mensaje a Jaafari, diciendo que esperaba que Irak reforzara sus  relaciones fraternales con sus vecinos, basadas en el respeto mutuo.
 
Bagdad y Teherán reanudaron en septiembre de 2004, 24 años después del  inicio de la guerra, relaciones diplomáticas completas pese a la presencia de  fuerzas norteamericanas en Iraq.
 
Sin embargo, aún persisten numerosos contenciosos. Irán e Iraq no han  firmado aún ningún tratado de paz y la República Islámica mantiene el culto a  sus "mártires" muertos durante la guerra.
 
Según una estimación generalmente aceptada, medio millón de combatientes  iraníes e iraquíes murieron, pero estas cifras no cuentan a los civiles.  Algunos iraníes siguen hoy sucumbiendo a los efectos de las armas químicas  empleadas por el ejército de Saddam Hussein.
 
Sin embargo, Bagdad ya no acusa a Irán en la violencia que arrasa el país  como hacían los miembros del anterior gobierno de Iyad Alaui, sino a los  combatientes llegados de los países árabes sunitas.
 
El gobierno anunció este martes que está preparando una nueva legislación que  prevé severas sanciones para los cómplices de actos de violencia.
 
Este martes, un empleado de la comisión anti-corrupción fue asesinado por  hombres armados en Bagdad, mientras que en la localidad de Túnez, al sur de la  capital, los rebeldes mataron a los cuatro miembros de una familia.
 
Por otra parte, al norte, un soldado iraquí y tres civiles murieron en un  puesto de control conjunto iraquí-estadounidense y un soldado norteamericano  perdió la vida al estallar un artefacto al paso de su patrulla, según sendos  comunicados castrenses.