El líder autocrático de Uzbekistán, Islam Karimov, enfrentaba este martes una creciente presión internacional tras la insurrección y posterior represión que, según un partido de oposición, dejó al menos 745 muertos en la ciudad oriental de Andizán.
 
Mientras tanto Estados Unidos, hasta ahora cercano aliado del régimen de  Uzbekistán, endureció sus críticas hacia Tashkent.
 
Al menos 745 personas murieron en la insurrección de Andizán, en el este de  Uzbekistán, y la represión posterior, afirmó el partido de oposición uzbeko,  Ozod Dejkonlar (Campesinos Libres).
 
Los militantes de este partido han ido puerta por puerta en Andizán y los  suburbios preguntándole a los habitantes si tienen víctimas y han tomado nota  de los nombres de los muertos, explicó a la AFP la dirigente de Campesinos  Libres, Nigara Hidoyatova.
 
"Iniciamos esta investigación casa por casa hace dos días y se llegó a la  cifra de 745 el lunes", agregó. "Continuamos hoy y la cifra podría aumentar".
 
El partido de los Campesinos Libres, fundado a finales de diciembre 2003,  no está registrado de forma oficial, dice contar con mil miembros, y al  contrario al supuesto grupo vinculado con la insurrección en Andizán, el  Akromiya, no tiene ninguna relación con la ideología islamista.
 
Este martes, organizó una manifestación contra el poder, en la capital  Tashkent, una extraña iniciativa bajo el régimen autoritario del presidente  Islam Karimov.
 
Uno de los organizadores de la manifestación, Ajtam Shaimadanov, condenó la  represión Andizán.
 
"Disparar contra habitantes tranquilos fue una acción cruel y bárbara.  Karimov firmó él mismo su condena y debería ser juzgado por un tribunal  popular", declaró a la AFP.
 
Las pancartas de los manifestante no se referían directamente a los  incidentes de Andizán, sino más bien a las protestas contra las condiciones de  vida en el país y contra el régimen.
 
"No somos esclavos", decía una de ellas. "¿Necesita una revolución  naranja?", se preguntaba en otra pancarta que hacía alusión al movimiento  pacífico que emprendió el pueblo ucraniano a fines del año pasado tras el  fraude en las elecciones presidenciales y que llevó finalmente al poder al  opositor pro occidental Viktor Yushchenko, en esta otra ex república  soviética.
 
Shaidamanov explicó que la proximidad de una embajada protegía a los  manifestantes contra la intervención policial.
 
La manifestación "la hacemos aquí porque las autoridades uzbecas no querrán  manchar su reputación", dijo este opositor, estimando que Estados Unidos tiene  "una responsabilidad parcial por la situación en Uzbekistán porque apoyaron y  siguen apoyando al régimen en el poder".
 
Washington tuvo un especial acercamiento hacia Karimov porque fue quien  permitió la instalación de una base aérea aledaña a la frontera afgana para  llevar a cabo las operaciones contra el régimen de los talibanes.
 
Sin embargo la diplomacia estadounidense procuró mantenerse cauta el  lunes.
 
"Estamos profundamente preocupados por las informaciones según las cuales  las autoridades uzbecas dispararon contra manifestantes el viernes. Condenamos  el uso indiscriminado de la fuerza contra civiles", declaró el portavoz del  departamento de Estado, Richard Boucher.
 
De su lado, la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, llamó a Uzbekistán a  adoptar reformas políticas con el fin de evitar en el futuro más  confrontaciones sociales.
 
El gobierno del presidente Islam Karimov es acusado por los movimientos  defensores de derechos humanos de emplear sistemáticamente la tortura.
 
Mientras tanto, en Andizán, decenas de personas montan guardias ante las  comisarías de policía con la esperanza de conocer la suerte de sus familiares,  detenidos o muertos en la represión, constató un periodista de la AFP.
 
"Muestrénlos vivos o devuélvannos sus cuerpos", gritaban este martes alguno  e ellos.
 
"Ya hace cinco días que busco a mi hijo", decía un hombre precisando que no  lo había encontrado en la morgue.
 
La información es cada vez más controlada. Policías armados intentaron en  la madrugada expulsar a una decena de periodistas extranjeros de Andizán, por  orden del ministro del Interior uzbeco.
 
Finalmente cambiaron de opinión pero siguen estando vigilados los  movimientos de los corresponsales por las calles de esta ciudad en estado  sitio.