Andanadas de morteros, bombas detonadas al costado de caminos y ataques desde automóviles mataron al menos a 19 iraquíes, dijeron ayer las autoridades.

Además, se hallaron los cuerpos decapitados de Ali Yasem al Rumi y Naji Abed Jodeir, periodistas iraquíes que trabajaban para el canal de televisión kuwaití Al Rai, y el de su conductor, presuntamente por insurgentes en un área situada al sur de Bagdad.

Otros tres periodistas iraquíes también fueron asesinados horas después.

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Cinco personas más murieron y 30 resultaron heridas en un atentado con coche bomba en el noroeste de Iraq, cerca del puesto fronterizo de Rabia, limítrofe con Siria.

El nuevo gobierno de Iraq prometió reprimir a los asesinos que mataron el fin de semana a unas 50 personas –trece fueron encontradas ayer– la mayoría sunitas y muchas de ellas tras atarlas y vendarles los ojos, abandonándolas en basureros y terrenos baldíos.

Muzana Harez al Dari, portavoz de la Organización de Ulemas Musulmanes (OUM), máxima institución religiosa sunita en Iraq, acusó a las fuerzas de seguridad iraquíes, bajo mando de los chiitas, de estar detrás de los asesinatos.

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“Lo que está ocurriendo en Iraq es terrorismo de Estado. Se permite a algunas milicias hacer lo que quieran contra los iraquíes”, dijo Al Dari, en alusión a que numerosos efectivos de las fuerzas de seguridad y del Ejército eran milicianos de grupos chiitas.

A su vez el gran ayatola Alí Sistani, el más influyente de los jefes religiosos chiitas en Iraq, lanzó un llamado a la “fraternidad” entre chiitas y sunitas, declaró el primer ministro Ibrahim al Yafari, con quien se reunió ayer.

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La secretaria de Estado norteamericana, Condoleezza Rice, declaró ayer que sus reuniones en Iraq habían sido “muy  alentadoras”, pero que aún faltan negociaciones  para alcanzar un sistema político aceptable para todas las comunidades rivales.

Al Yafari se comprometió a aumentar la participación de los sunitas en el proceso político de reconstrucción iraquí.